En tiempos virreinales la Provincia de Costa Rica (dependiente de la Audiencia de Guatemala y ésta, a su vez, del Virreinato de Nueva España) no tuvo su propia ceca. Era un lugar pobre y muy lejano de los centros de poder cuya economía se basaba en ciertas plantaciones y en la cría de mulas que, en muchos casos, se vendían a Panamá.
Su independencia llegó sin hacer mucho ruido el 15 de septiembre de 1821. Con ella llegaron muchas transformaciones a nivel económico, político y social. Las siguientes tres décadas fueron de una enorme inestabilidad política para Costa Rica. Se sucedieron las guerras civiles y los golpes de estado, se insertó en la República Federal de Centro América entre 1825 y 1838, hubo militares que se afianzaron en el poder… pero también es cierto que, durante este tiempo, se asentaron los pilares de un estado nacional contemporáneo: se definió una constitución, se establecieron leyes, se transformó la producción agraria para dar impulso a la industria cafetera y Costa Rica experimentó un gran desarrollo económico y demográfico.
Durante todos estos años el circulante costarricense era un absoluto caos. En este país había poca moneda desde la época virreinal y el grano de cacao servía para las transacciones del día a día. Pero la expansión económica requería un mayor circulante. Por eso se importaba moneda de lo más variado. Así que, entrando en el segundo tercio del siglo XIX, por Costa Rica circulaban monedas macuquinas, virreinales a cordoncillo, de las nuevas repúblicas americanas, españolas, inglesas (importadas por los mismos barcos que se llevaban el café) y también las monedas costarricenses, que llevaban acuñando en San José desde 1828. No faltaba tampoco una gran cantidad de moneda falsa en circulación.
Con este panorama monetario, y siendo Costa Rica un estado soberano con una economía pujante, es normal que hubiera varios procesos de resellado. En lo que resta de este artículo me centraré en tres: los de 1845, 1846 y 1849. Son tres resellos consecutivos que, curiosamente, tienen tres propósitos distintos: el de 1845 reevalúa unas monedas circulantes; el de 1846 garantiza monedas circulantes; el de 1849 borra el diseño de las monedas circulantes.
Si queréis saber más sobre resellos anteriores o posteriores de Costa Rica podéis acceder a las siguientes charlas publicadas en el canal del Museo del Banco Central de la República de Costa Rica: una, dos, tres, cuatro y cinco. Por mi parte, mi fuente fundamental para este artículo es este texto de Vargas y Chacón.
El resello de 1845: figura femenina en las pesetas españolas

Dentro de la amalgama de monedas que se habían importado a Costa Rica se encontraban las pesetas españolas. Pero estas tenían un problema importante: desde la distinción de moneda nacional y moneda provincial en el siglo XVIII (uno y dos), las cecas peninsulares acuñaban monedas con menos plata que las cecas americanas. Las primeras monedas de Costa Rica eran una continuidad de las monedas de cecas americanas, por lo que tenían 903 milésimas, mientras que las pesetas españolas solo tenían 833 milésimas.
Como consecuencia, las monedas de 2 reales españolas estaban circulando por Costa Rica con un valor de mercado de 1,8 reales. Esto generaba un problema que el Estado de Costa Rica quiso arreglar, obteniendo así un lógico beneficio. Para ello, en 1845 se publicó un decreto con los siguientes puntos:
Art. 1. Las pesetas españolas a excepción de las de Isabel II continuarán corriendo a razón de dos reales cada una, es decir cuatro por un peso.
Art. 2. Los tenedores de pesetas de dicha clase, las presentarán a la casa de moneda dentro del preciso término de sesenta días contados desde esta fecha, para que sean reconocidas y habilitadas mediante una marca especial que el gobierno dispondrá al efecto…
Art. 4. El Gobierno cuidará de amortizar, tan luego como lo permitan las circunstancias del erario, la porción de pesetas españolas que hubiesen sido habilitadas conforme al art. 2, pagándolas por el mismo valor con que se permiten circular…
En definitiva, se aplicaría un resello para que circulasen las pesetas españolas con un valor de 2 reales en vez de 1,8 reales. Así se convertían esas monedas de cecas españolas, fiduciarias ya en España, en fiduciarias también en Costa Rica.
El resello también se aplicó en monedas de 4 reales de José Napoleón, pues equivalían a los 2 reales de Carlos IV o de Fernando VII. Incluso en algunos casos se aplicó el resello a monedas que, a su vez, habían sido reselladas en Cuba. Bajo estas líneas tenéis ambos ejemplos.


En cuanto al resello en sí, se trata de un doble resello de 13 milímetros que se aplica tanto en anverso como en reverso. En el anverso se imprime el busto de una mujer joven mirando hacia la izquierda con la leyenda “Costa Rica” y “2 R”. En el reverso aparece una ceiba y la leyenda “Habilitada por el Gobierno”.
La ceiba era un símbolo que ya había aparecido anteriormente en las monedas de Costa Rica, así que no puede extrañar a nadie. Pero la representación de la joven mujer resulta inquietante. Hay quienes han visto un asombroso parecido con la Reina Victoria por el pelo recogido. Yo creo que es la estética propia de la época, pues también hay monedas que representan bustos femeninos con recogidos semejantes, como Isabel II o María Luisa de Austria. Además, la falta de detalles personales en el resello hace que crea que estamos, simplemente, ante una alegoría. En ese caso sería una de las primeras representaciones alegóricas de la nación (¿o del Estado?) de Costa Rica; desde luego su primera representación numismática.
El resello de 1846: legalizar las macuquinas

Las monedas macuquinas habían dejado de acuñarse a lo largo del siglo XVIII desde que se adaptaron las cecas americanas para acuñar a volante (la primera fue la de México en 1732 y la última la de Potosí en 1773). Posteriormente los Borbones impusieron la fundición de las macuquinas con el propósito de extraer la plata americana. Solo lo consiguieron parcialmente, así que las macuquinas eran las monedas que más circulaban en América hasta bien entrado el siglo XIX. Buena prueba de ello son las imitaciones de estas macuquinas que hubo por toda América en los procesos de independencia.
En el caso de Costa Rica, todavía en 1846 había una gran cantidad de macuquinas en circulación. Esto suponía un problema porque, al ser monedas sin cordoncillo y con una labra muy tosca, podían ser cercenadas o falsificadas fácilmente. En consecuencia, generaban incertidumbre en el mercado y circulaban por un valor menor a su valor nominal.
Para resolver este problema hubo un nuevo decreto:
Considerando: 1. Que es muy frecuente y considerable la introducción que se hace al Estado de moneda falsa macuquina, cuya facilidad de contrahacer por lo sencillo y grosero de sus armas, no permite se distinga de la legítima en los actos del tráfico. 2. Que por esta causa el pueblo repugna generalmente toda moneda cortadilla cuando de otro parte no circula en el país más que una pequeña suma de cordón.
Decreta. Art. 1. Desde el 1 de noviembre próximo, no circulará en el Estado ninguna moneda macuquina cualquiera que sea su valor, sin que esté sellada, como en este decreto se previene.
Cada valor de las macuquinas se reselló de manera distinta, aunque los cuños siguieron una misma lógica. Se partió de cuños que ya existían en la casa de moneda: los de medio escudo de 1846, de 14 milímetros. Así, el anverso permaneció inmutable mientras que se prepararon otros cuños de reverso. Esos cuños eran igual que los de medio escudo, pero en vez de indicar “1/2 E” como valor indicaban “1 R” y “2 R”. Así, los valores resellados quedaron como sigue:
- Las monedas de medio real no fueron reselladas. Seguramente por su pequeño tamaño el coste de resellarlas fuese inasumible.
- Las monedas de un real se resellaron con el troquel de reverso que indica “1 R”.
- Las monedas de dos reales se resellaron con el troquel de reverso que indica “2 R”.
- Las monedas de cuatro reales se resellaron con el troquel de reverso que indica “1 R”. A mayores se aplicó un punzón que indicaba “4”, haciendo explícito así su valor.
- Las monedas de ocho reales se resellaron con el troquel de reverso que indica “2 R”. A mayores se aplicó un punzón que indicaba “8”, haciendo explícito así su valor.

Los resellos suelen coincidir con el valor nominal del tejo. Pero no siempre. Algunas pocas veces en las que la moneda original estaba tan cercenada que se reselló por un valor inferior. Tal fue el caso del ejemplar que se muestra sobre estas líneas: el 4 reales estaba tan cercenado que pesaba poco más de 7 gramos y, por tanto, la resellaron como 2 reales.
Estos resellos son bastante raros. No tanto porque se resellasen pocas monedas (aunque tampoco debieron de ser demasiadas, ya que no hicieron más que dos cuños) sino porque en 1849 se prohibió su circulación y se fundieron de manera masiva.
Por eso mismo, la primera moneda de esta sección es tan sumamente rara e interesante. A lo raro que es un 8 reales macuquino que estuviera circulando en Costa Rica en 1846 hay que añadirle la rareza de este resello y, sobre todo, de esta acuñación. En estas monedas reselladas es más o menos común que pueda verse algunos restos del diseño original que permita identificar la ceca de la moneda original; pero que se vean restos como para poder identificar la fecha es complicadísimo.
Sedwick vende un libro dedicado exclusivamente a este resello; aquí podéis ver su presentación.
El resello de 1849: un león para tapar diseños anteriores

Costa Rica dejó la Federación Centroamericana en 1838, pero en sus monedas siguieron apareciendo los símbolos federales hasta 1848 por la simple falta de matrices que definieran nuevos símbolos. En 1848 se declaró la República de Costa Rica, por lo que se consideró conveniente eliminar los símbolos federales de las monedas hasta entonces circulantes. Por eso, el 22 de noviembre de 1849 se autorizó el resellado de las monedas emitidas anteriormente para plasmar un resello sobre el árbol que del anverso.
Ya se ve que el propósito de este resello es, simplemente, eliminar parte del diseño de la moneda anterior. Algo semejante a lo que se hizo con los resellos de Filipinas.
Lo que resulta curioso es que en el resello aparezca un león. Se sabe que los cuños para el resellado se hicieron en el Reino Unido, pero no se conoce la razón por la que se incluyó un felino en ellos. Quizá sea un motivo caprichoso.

En 1850 se aplicó un resello muy semejante (pero no exactamente igual) sobre los chelines y los peniques ingleses que encontraban circulado por Costa Rica. En ese caso el propósito fue diferente: el gobierno admitió esas monedas inglesas como oficiales a cambio de cobrar un impuesto por el resellado.
La próxima subasta de Sedwick
Sedwick organiza una nueva subasta para los días 2 y 3 de noviembre de 2023. Fieles a su estilo, la subasta se organiza en seis sesiones cargadísimas de monedas interesantes, especialmente hispanoamericanas, tanto virreinales como republicanas. Muchas de las monedas proceden de pecios, de los que Sedwick son unos auténticos expertos. Esta subasta viene precedida por unas charlas en la tarde del día 1 de noviembre, que suponen una importante cita para muchos coleccionistas de moneda hispanoamericana. Ya comenté las dos primeras sesiones de la subasta, que ocurren el día 2 de noviembre. Ahora me centraré en las cuatro siguientes, que acontecerán el 3 de noviembre.
Entre las sesiones del día 3 destaca, sin duda, la tercera sesión. Esta se dedica a las monedas del mundo, con una fortísima presencia de monedas hispanoamericanas, tanto de época virreinal a volante como de época republicana. Bastará ver el 4 reales de Panamá, los 20 pesos 1873 de Costa Rica o el peso “volcán” de Chile de 1825 para entender que la subasta tiene una calidad magnífica. Yo seleccioné los 10 lotes que más me gustaron para explicarlos en el siguiente vídeo:
Lo que más me sorprendió de esta tercera sesión es que estaba en venta la colección de Gregorio Toulemonde que yo mismo pude grabar cuando visité su casa en Pereira. A Gregorio ya le hice una entrevista sobre su manera de coleccionar, pero aproveché la venta de su colección de 8 reales para volverle a entrevistar sobre este tema en concreto. El resultado fue una entrevista magnífica que os invito a ver no solo por aprender sobre platas de Nuevo Reino (que ya sería suficiente justificación) sino por el procedimiento y la recogida de datos que realiza Gregorio a la hora de coleccionar. Más abajo os dejo la entrevista.
La cuarta sesión se dedica a medallas. En ella donde destaca una amplia colección de medallas de Vernón y Blas de Lezo. La quinta sesión contiene algunas monedas antiguas y joyería hecha con monedas. Finalmente, la sexta sesión es una sesión exprés con lotes de menor conservación, pero igualmente interesantes desde el punto de vista histórico.
Este artículo está patrocinado por Sedwick. Podéis seguir a Sedwick en su web, en Facebook, en Instagram y en Twitter.
En podcast
Os dejo un podcast con un contenido semejante al de este artículo: