Aprende a regatear III: lleva la información contigo

Con esta entrada sigo con la propuesta de Álvaro Albero (de Numismática La Dobla), que consiste en enseñar a regatear para sacarle las monedas a mejor precio. En un primer artículo reflexionamos sobre si tiene sentido regatear y en el segundo vimos la posición del comprador y del vendedor. Ahora veremos cómo acceder a información in situ, algo muy útil para quienes tienen tan poca memoria como yo.

El problema

Yo recomiendo a cualquier coleccionista que no compre monedas de las series que no tenga estudiadas. Mientras empieza a estudiar una serie es conveniente hacer alguna compra barata para entrar en monedas más caras según se vaya sintiendo más cómodo. En esos primeros momentos no sabrá mucho de ese tipo de monedas en particular, por lo que es conveniente que las adquiera a un comerciante con quien tenga confianza y que sepa que no se las va a cobrar caras. Un comerciante que, si es experto en esa serie, podrá orientar al coleccionista.

En esa fase inicial el coleccionista debería olvidarse de grandes regateos. Si no conoce bien las monedas lo mejor es que comprenda que la situación del vendedor es privilegiada. Así que lo mejor es tratar con un comerciante con quien se tenga confianza, se sepa que es serio y que sus precios son razonables de primeras.

El coleccionista se puede considerar experto de una serie cuando es capaz de adivinar el precio de la mayoría de las monedas de esa serie en particular. Digamos que, sin más que ver la moneda en la mesa del comerciante, acierta el precio que se pide con un 10% de margen. Igualmente, en las subastas es capaz de adivinar el precio de remate de las monedas con bastante exactitud. Es entonces cuando se puede regatear ya que el coleccionista y el vendedor tienen un conocimiento de mercado semejante. Al menos en las monedas más comunes.

Justamente en ese punto radica el problema: no es razonable creer que se puede conocer con exactitud los precios de todas las monedas. Es prácticamente imposible que alguien siga el mercado hasta el punto de conocer los precios de todas las monedas en un momento determinado. 

Si veo la mesa de un comerciante serio que trabaja la moneda española y medieval (v.gr. Numismática La Dobla) yo podría estimar muy bien los precios de los columnarios, los duros de Segovia, las monedas de 2 reales de los Borbones, las onzas de Carlos III, los reales de Pedro I o de Enrique IV… son monedas que ya he visto mil veces y que veo cada poco tiempo. Ahora bien, si en esa misma mesa me encuentro una rareza como puede ser un 2 reales de Santa Fe de Nuevo Reino o una “estrella de Lima”, lo normal es que mi estimación de precio sea muy burda. Sé que son monedas caras, pero no sabría decir si es razonable pagar por ellas 3.000 o 5.000 euros (tampoco es que se vean muchas monedas de este tipo en una convención, todo hay que decirlo).

En esos momentos hay dos técnicas que se pueden utilizar para poder estimar el precio de la moneda: acceso a bases de datos y el comodín de la llamada.

Acceso a bases de datos

Esta práctica es razonablemente común: consiste en sacar el móvil y consultar precios de monedas parecidas. Para ello se pueden tener algunos catálogos descargados en el móvil para poder consultarlos. Ya sabemos los problemas de los precios de los catálogos, pero al menos tendremos una opinión sobre el precio o rareza relativa de esa moneda.

Mucho mejor es acceder a bases de datos de remates de subastas. Yo uso mucho acsearch.info. Si no la usáis tanto como yo y preferís no pagar su cuota anual, podéis seguir este tutorial para ver los precios de los remates. Es más lento pero sirve igual.

Con estas bases de datos en pocos minutos podremos ver el precio de algunas monedas semejantes a la que nos están ofreciendo. Incluso a veces nos encontramos el mismo ejemplar vendido en una subasta poco tiempo atrás. Si tal es el caso es razonable sospechar que quien compró la moneda en la subasta es el comerciante que la está ofreciendo ahora.

Lo más importante de esta técnica es saberla aplicar inteligentemente. Lo primero es que, salvo que tengamos mucha confianza con el vendedor, lo mejor será no sacar el móvil delante de él. Es preferible ver la moneda, recordarla, marcharse a un lugar apartado y acceder a la información. Luego regresaremos si lo creemos conveniente. Creo que esto es algo tan obvio que no haría falta ni decirlo, pero no es el primero que entra en la juguetería de su barrio y se pone, allí mismo, a comparar los precios con los que ofrecen en Amazon.

Lo segundo es que no nos tenemos que creer más listos que el vendedor por haber visto esos datos. El coleccionista que vea esos precios tiene que entender que el vendedor también los ha visto: es obvio que antes de poner la moneda a la venta la ha estudiado adecuadamente. Así que mejor si esta información se la guarda para sí el comprador y la usa para hacer una oferta, o para entrar en un regateo, sin explicar al vendedor que ha estado consultando bases de datos.

Tampoco hay que pensar que “le hemos pillado” al vendedor si vemos el mismo ejemplar rematado en una subasta. Si un vendedor ofrece una moneda por 300 euros y vemos ese mismo ejemplar rematado hace dos meses en 200 euros podemos entender que todo eso es muy razonable. El vendedor pagó 236 euros por ella (más portes) y es probable que se la podamos rebajar hasta los 270 euros. Todo muy normal. 

Lo que no es normal es decir al vendedor (se han dado casos): “mira, por esta moneda has pagado 236 euros, así que yo no te doy más de 245. ¡Y ya está bien, que la compraste hace dos meses!”. Quien haga eso no debe extrañarse si el comerciante le deja muy claro que se puede ir a freír espárragos.

El comodín de la llamada

La técnica es más o  menos semejante, pero en vez de acceder a bases de datos con información lo que hacemos es llamar a un amigo que nos pueda informar. En algunos casos el amigo está en la propia convención así que allí mismo nos puede asesorar.

Lo ideal sería poder enviar al amigo una fotografía o un vídeo de la moneda. Eso solo lo podremos hacer si tenemos mucha (pero mucha, mucha) confianza con el vendedor, estamos verdaderamente interesados en la moneda (es decir, que lo más probable es que la compremos) y se lo pedimos por favor. Si, a pesar de darse esos tres factores, el vendedor prefiere que no fotografiemos la moneda, lo suyo será darle igualmente las gracias.

Si no se puede hacer fotos a la moneda todavía quedan otras dos opciones. Si el vendedor tiene una página web quizá la ofrezca allí y podamos mandar la URL en cuestión a nuestro amigo y consejero. En caso contrario tendremos que ser nosotros mismos quienes describamos verbalmente la moneda.

De nuevo, tras obtener la información es muy importante no ofender. Esa información la podremos usar para adquirir la moneda o para rebajar un poco el precio. En ningún caso se debería decir al vendedor: “mi amigo fulanito me ha dicho que no te pague más de 250 euros por ella”; de hacerlo, lo más probable es que el vendedor nos diga que le compremos monedas a fulanito y que a él le dejemos en paz.

1 comentario en “Aprende a regatear III: lleva la información contigo”

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