Ya hablamos hace tiempo de la fatal arrogancia que se gastan muchos intelectuales, quienes tienden a considerar que su opinión como expertos vale más que el conocimiento agregado del despreciable populacho. Las consecuencias políticas y sociales de esa actitud han sido calamitosas. Trasladado a la numismática las consecuencias son mucho más inocentes: simplemente hay quienes consideran que pueden definir el precio de una moneda mejor que su comprador o su vendedor.
Porque a ellos todo les parece caro. Tal moneda o billete no vale más de 100 euros porque ellos lo dicen. Si resulta que lo saca una casa de subastas por 300 euros es que los de la subasta no tienen ni idea. Si luego resulta que se remata en 500 es porque han venido dos locos a por ello. Ellos saben que esa moneda o ese billete no vale más de 100 porque para eso son los expertos. ¿Qué van a saber esos coleccionistas ignorantes, locos y caprichosos?

Está feo entrometerse en las transacciones entre terceros, pero más todavía con la soberbia de “esto vale tanto” o “esto vale cuánto”. Es muy distinto a decir: “yo no pagaría más que tanto o cuánto”, puesto que en el segundo caso se muestra que la posición es totalmente subjetiva (depende de mi opinión, gusto y circunstancias personales) mientras que el primero presume de objetividad.
Es realmente complicado determinar con objetividad el precio de una moneda o de un billete. A la imposibilidad de conocer las circunstancias particulares de cada uno de los agentes del mercado se le añade un aspecto particular de la numismática: es intrínsecamente irracional. Eso hace que sea muy difícil explicar los movimientos de mercado. Así que mucho más difícil es adelantarse a ellos, y no digamos ya juzgarlos con criterio.
Por ejemplo, en los últimos dos o tres años hemos visto cómo las monedas reselladas en Filipinas se han disparado de precio (un ejemplo y otro) a pesar de no ser monedas especialmente raras. Por lo que tengo entendido, estas monedas las adquieren comerciantes estadounidenses que luego las venden en China. No sé si habrá dos o tres chinos que las están acaparando todas o si es una moda en China que comparte un conjunto de coleccionistas mucho más amplio. En el primero de los casos habría que preguntarse cuándo se cansarán esos pocos coleccionistas interesados; en el segundo habrá que preguntarse cuándo pasará la moda en China, si es que se pasa. En cualquiera de los dos casos resulta imposible dar una respuesta.
Analizando el mercado de los resellos filipinos desde mi posición, a lo mucho puedo decir que en los últimos años han experimentado una fuerte subida de precios y que ahora se pagan diez veces más caros que a principios de 2020. Quizá alguien mejor informado que yo pueda indicar las causas últimas y apuntar a quiénes son los coleccionistas que han hecho subir los precios y cuáles son sus intenciones con esas monedas. También podría decir que me parece una barbaridad pagar 23.000 euros por un 20 reales de 1822 con resello de Isabel II y que yo no lo compraría para mi colección ni por la décima parte. Pero quizá esté equivocado de medio a medio y dentro de cinco años su precio se haya vuelto a multiplicar por diez. ¡Todo es que lo quieran los millonarios chinos!
Otro ejemplo puede ser que un coleccionista de billetes caprichoso se eche una novia de La Alberca de Záncara, provincia de Cuenca. De repente, ese coleccionista estaría dispuesto a pagar 2.000 euros por el raro billete de 25 céntimos de La Alberca; ya solo con eso el precio del billete se ha multiplicado por cinco. Si resulta que la alberqueña se va con otro dejando al coleccionista plantado, costaría encontrar a quien esté dispuesto a pagar 400 euros por ese mismo billete. Queda claro que son factores imposibles de meter en una ecuación. Los precios de mercado muchas veces están atados a aspectos totalmente subjetivos e irracionales.

La mayoría de quienes dan precios objetivos alegremente de las monedas o los billetes no se han parado a entender y reflexionar esas posibles irracionalidades. Muchas veces incluso parten de un profundo desprecio a parte de los agentes del mercado.
Seguro que más de uno ha escuchado eso de que las monedas bullion valen todas ellas como plata y que no tiene sentido pagar más de 100 euros por un panda de plata de 1996. Ahí simplemente están trasladando su propia subjetividad al resto de agentes de mercado creyendo que es una estupidez pagar más por una onza de plata de los años 90 que por una moneda histórica. Pero no se dan cuenta de que hay muchos más coleccionistas de pandas que de cualquier serie histórica, lo que repercute en el precio de éstos.
Claro está que esos coleccionistas de pandas no buscan el estudio histórico de sus monedas ni el análisis del complejo mercado de la moneda histórica. Por eso son despreciados por algunos eruditos. Pero la realidad es que son actores en un mercado y que, cultos o ignorantes, su dinero vale igual.

Además, a quienes se aventuran a juzgar los precios les considero incoherentes en su arrogancia. Esa incoherencia es muy sencilla de demostrar:
Lo primero es que, cuando dicen que una moneda vale una cantidad, nunca se comprometen a encontrar otro ejemplar a ese precio. Podrían decir: “esa moneda que fulano vende en 2.000 euros no vale más de 1.000; así que no te preocupes que en menos de 6 meses yo te encuentro un ejemplar semejante por 1.000 euros”. Pero esa segunda parte nunca la añaden.
Lo segundo es que nunca venden sus propias monedas al bajo precio que dicen que deberían valer. Algo como “quiero vender estos resellos de Filipinas de mi colección. Yo nunca he creído que valgan más de 300 euros cada pieza y, aunque ahora haya locos que pagan 10 veces más, yo te los vendo por 300 euros, que es lo que valen”.
Si se añade que estos arrogantes son en muchos casos recién llegados al mundillo, pensándose que lo saben todo, tenemos formado ya todo el entramado de «las subastas nos engañan» y demás teorías de la conspiración.
Cabe añadir que «Ernesto» me comentó que uno de estos arrogantes, quiso vender una moneda a «Enrique» por 100 euros y cuando ya la tenía apalabrada con Él llegó «Carlos» con 150 euros y se la terminó mandando a «Carlos». El enfado de «Enrique» fué monumental y la voz se corrió entre coleccionistas…
Tal vez este podría ser otro indicativo de porqué no vende sus monedas, igual va tratando mal a clientes como Enrique. Un buen profesional tiene que tener amigos en lugar de clientes y cuidar muy bien estos contactos ser «serio» y «cordial» y unos, ni una cosa, ni la otra. Poco serios, arrogantes, etc.
La juventud todo LOCURA…aunque muchos hemos sido jóvenes y sensatos.
NOTA: Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Ningún Enrique ni Ernesto sufrieron daños en la narración de esta historia…
En la Taberna han escrito varios comentarios al respecto de esta entrada: https://www.facebook.com/groups/523017662291834/posts/889492865644310/