La influencia bizantina en la moneda visigoda a través de sus monedas

Héctor Torregrosa es un joven mecenas del Blog Numismático que seguramente ya conozcáis. El año pasado nos dio una pequeña charla sobre la representación del absolutismo en la numismática de España y de Francia. Ahora traigo otro artículo suyo, mucho más breve, en el que habla sobre la influencia de la moneda romana y la bizantina en la moneda visigoda. Espero que lo encontréis interesante.

Figura 1. Justiniano I. Sólido, Constantinopla.
Figura 1. Justiniano I. Sólido, Constantinopla.

Comercio e influencia bizantinos

El primer punto que se debe tratar, y sin el que sería imposible comprender la legislación monetaria visigoda, es la importante influencia que ejercieron Roma en el siglo V y su sucesor, Constantinopla, a lo largo de toda la existencia del reino visigodo de Toledo. El Imperio Romano, tanto su parte occidental como oriental fueron determinantes para la existencia del reino bárbaro. Tanto es así que la moneda visigoda surge en un primer momento siguiendo la metrología y tipología propia de la legislación romana (Peinado, 2018, pág. 18) en un intento de mantener los mismos patrones de cambio que los romanos y buscando siempre no descontentar al Imperio por crear una moneda diferente. Tras el pacto de foedus con el Imperio a comienzos del siglo V y tras lograr el rex visigodo el derecho de acuñación, las primeras acuñaciones bárbaras no difieren de las romanas en nada, por lo que a veces resulta imposible diferenciarlas, lo que denota que la nueva entidad política visigoda no tenía intención alguna de cambiar el patrón romano (Peinado, 2018, págs. 32-33). Esto se debía a la importante y necesaria relación comercial entre ambas entidades, pues el patrón romano, imperante en toda la Europa mediterránea, era el único aceptado y los comerciantes y habitantes de todas las tierras bañadas por este mar no aceptarían ningún cambio. 

Figura 2. Sólido de imitación a nombre de Justino I. Amalarico, bajo la regencia de Teodorico. Narbona.
Figura 2. Sólido de imitación a nombre de Justino I. Amalarico, bajo la regencia de Teodorico. Narbona.

En la Europa tardorromana, antes y después de la caída del Imperio romano occidental, el comercio se resintió, aunque no desapareció, y el Mediterráneo siguió manteniendo un elevado valor comercial (Ramirez, 2017) (Ramirez, 2020), pues los comerciantes del Imperio Romano de Oriente, desde Constantinopla, fueron durante siglos los más abundantes, y muy necesarios para la economía visigoda, pues transportaban productos indispensables para el reino visigodo. Los puertos de Cartagena, Elche, Alicante y Cádiz, entre otros, eran los utilizados por los comerciantes para entablar contactos entre Toledo y Constantinopla. 

Esta situación cambió durante el reinado de Justiniano (527-565), pues su afán de recobrar todas las antiguas tierras imperiales, en su Renovatio Imperii, llevó a una guerra entre el Imperio Bizantino y el Reino de Toledo, que perdió territorios en todo el sudeste peninsular, y dio fin al comercio con Bizancio (Peinado, 2018). Sin embargo, pese a las guerras con Justiniano y sucesores emperadores para controlar el total de la Península, la influencia, tanto comercial como política, no menguó durante mucho tiempo, aunque es cierto que, en muchos aspectos (especialmente políticos), el Reino Visigodo logró alcanzar la independencia de facto de Constantinopla a inicios del siglo VII con la toma de los últimos reductos bizantinos de Spania, algo que se vería reflejado en su numerario, como veremos en el siguiente apartado.

Políticas monetarias del reino visigodo y del Imperio Bizantino en los siglos V-VII

A lo largo de más de dos siglos, desde el establecimiento del reino visigodo de Tolosa, más tarde de Toledo, hasta la expulsión de los bizantinos de la Hispania peninsular en la primera mitad del siglo VII, el Reino Visigodo fue buscando la independencia, tanto política como económica, del Imperio bizantino. Esto se ve reflejado en su moneda, una importante herramienta del poder político (Peinado, 2018, pág. 32) con el que podremos comprender las intenciones de sus emisores, tanto visigodos, bizantinos y romanos, pues sin estos últimos, como hemos mencionado antes, no es posible entender la política emisora visigoda.

Las reformas de Constantino llevadas a cabo a inicios del siglo IV fueron destinadas a paliar la inflación y la crisis económica y monetaria del siglo III (García, 2011), para lo que se creó una nueva unidad de oro, el sólido, que sustituyera al viejo áureo alto-imperial. Se dividió en monedas fraccionarias de plata ligada de cobre que sirvieran para las pequeñas transacciones y el comercio local. El sólido, de unos 4.5 gramos de oro de 22 kilates, se convirtió en una moneda fuerte aceptada en todo el Imperio y territorios cercanos junto a su divisor el triente, o tremís, con un valor de 1/3 de sólido y un peso teórico de 1,5 gramos durante muchos siglos. Fue el sólido, por tanto, una moneda fuerte y aceptada por los comerciantes que no sufrió cambios significativos en cuanto al valor intrínseco se refiere, y que sirvió de ejemplo para la moneda visigoda (Grierson, 1999).

Figura 3. Leovigildo. Tremis imitando la tipología bizantina.
Figura 3. Leovigildo. Tremis imitando la tipología bizantina.

A las reformas de Constantino le siguió otra a inicios del siglo VI, durante el reinado de Anastasio I, quien varió algunos de los cambios oficiales entre las monedas y eliminó el componente argénteo de toda la moneda bizantina, pues no existían casi minas de plata en todo el Imperio Oriental a excepción de unas pocas en la región de Siria, totalmente insuficientes para suplir de moneda argéntea al Imperio, por lo que sólo quedaron las monedas de oro, los sólidos, los tremises, y divisores en cobre como los follis y los decannummi (Blasco, 2019) (Grierson, 1999).

Por su parte, la moneda visigoda tiene su origen en el reino de Tolosa con la ocupación visigoda del sur de la Galia y Aquitania. En un primer momento, como se ha mencionado anteriormente, no existía diferencia alguna entre las emisiones áureas romanas de las visigodas, pues éstas eran semejantes e incluso estaban a nombre del emperador de Occidente, hasta la caída de este, y luego a nombre del emperador oriental. 

Tradicionalmente siempre se ha pensado que los visigodos sólo acuñaron moneda de oro, pero tras un estudio de Crusafont, se ha probado la existencia de numerario visigodo de cobre, aunque este seguramente se acuñara en pequeñas cantidades y no supusiera un importante porcentaje sobre el total de moneda fraccionaria circulante. En su mayoría, las acuñaciones visigodas estuvieron siempre destinadas al pago de importantes sumas de dinero o a transacciones comerciales, y como la sociedad visigoda no necesitó de mucho circulante monetario a causa de la regresión del comercio, la vida urbana y la ruralización de la sociedad, las monedas de bronce del Bajo Imperio, todavía en circulación, serían suficiente para paliar las necesidades de moneda de menor valor (Peinado, 2018, pág. 26).

Las acuñaciones visigodas, por tanto, se limitaron en su mayoría a monedas de oro, sólidos y tremises, aunque los primeros dejaron de emitirse antes del establecimiento del reino en Toledo para pasar a producir tremises en su totalidad. 

Figura 4. Leovigildo. Tremis de Elvora.
Figura 4. Leovigildo. Tremis de Elvora.

Desde el punto de vista metrológico, los tremises seguían la ley intrínseca de las monedas bizantinas y romanas, aunque no siempre se cumplió esto. En 518, por ejemplo, las autoridades imperiales pedían no aceptar las monedas visigodas por no tener la ley suficiente, por lo que su valor era menor, lo que afectaba negativamente al comercio (Peinado, 2018, pág. 33). Además, durante los trescientos años en que los visigodos acuñaron moneda áurea, hubo ocasiones en que la ley del oro fue muy baja siendo prácticamente monedas de plata por su baja composición de metal amarillo. Esto siempre ocurría durante periodos de mayor inestabilidad política y económica que obligaban a las autoridades a rebajar la ley de las monedas (para pagar deudas, por ejemplo)4.

Desde el punto de vista tipológico, la moneda visigoda copiaba los motivos de anverso y de reverso de la moneda bizantina. Esto varió a lo largo de los años, pues las acuñaciones bárbaras fueron cada vez más rudimentarias, sobre todo en la figura del emperador, situada en el anverso de las piezas, hasta hacer la cara irreconocible. El reverso de las monedas fue variando según el reinado y la ceca en la que se realizara la acuñación. En el reino visigodo existieron multitud de talleres de acuñación, más de cien, entre los que destacan Toledo, Ispali, Emérita o Córdoba (Sánchez, 2009, pág. 176), pues los existentes en la administración romano continuaron en su mayoría, por lo que existen multitud de variantes de anverso según la ceca, aunque hay motivos utilizados de manera regular, como la Victoria (Grierson, 1999, pág. 33), deidad romana, utilizada en las primeras acuñaciones. Existen también cruces de anverso que denotaban el cristianismo que profesaban los habitantes del reino, que también se especifica en la leyenda de la moneda con DEI GRATIA (por la gracia de Dios) que los reyes peninsulares continuarían utilizando junto a la titulación de REX y el nombre del monarca durante cientos de años. En las Figuras 1 y 2 se pueden comparar dos sólidos, uno bizantino y otro visigodo de imitación, en los que se pueden ver algunos de los detalles aquí explicados.

En el caso de los tremises propiamente visigodos, en la Figura 4 se expone un ejemplar que tiene los rasgos específicos que se darán con la independencia política visigoda, reflejada en sus monedas a partir del reinado de Leovigildo, hacia el 580, cuando se acuñan monedas a nombre del rex visigodo en lugar del emperador bizantino (Peinado, 2018, págs. 21-22), en contraposición a la Figura 3, de un tremis siguiendo aún una tipología bizantina, aunque de una manera muy rudimentaria. Se seguiría utilizando la metrología bizantina hasta la llegada de los Omeya en el 711, por lo que el cambio es meramente tipológico.

Conclusión

En este trabajo hemos hecho un breve repaso a las acuñaciones monetarias del reino visigodo de Toledo en un intento de hablar de la clara influencia imperial romana, y luego bizantina, a todos los niveles, tanto política como económicamente. Desde su formación, el reino visigodo, de Tolosa, y luego de Toledo, hubo de lidiar con las influencias de otros poderes políticos que trataron de controlarlo, algo que ocurrió durante toda su existencia. Si bien es cierto que esa influencia nunca dejó de existir, es cierto que, con el paso del tiempo, la caída de la vieja Roma y la pérdida de poder en la región por parte de Constantinopla tras el reinado de Justiniano, el reino visigodo se desarrolló de una manera bastante independiente del poder imperial. 

Todos estos aspectos políticos están reflejados en las monedas que los reyes y emperadores acuñaron a su nombre, pues como hemos explicado en estas líneas, las monedas no dejan de ser un reflejo de la vida de un Estado, y en el caso del reino visigodo de Toledo, muy convulso y con múltiples cambios territoriales y políticos, son una buena forma de aproximarse a su estudio.

Referencias

  • Vázquez Pliego, R (2009). La moneda visigoda. Sevilla: Universidad de Sevilla
  • Blasco, G. (2019). La reforma monetaria de Anastasio I. Bernal, Argentina: Universidad Nacional de Quilmes.
  • Carrié, J.-M. (2012). Were Late Roman and Byzantine Economies Market Economies? En C. Morrisson, Trade and Markets in Byzantium (págs. 13-26). Washington, D.C.: Dumbarton Oaks Research Library and Collection.
  • Fernández, J. d. (2011). Legislación y moneda en la Hispania visigoda. Mélanges de la Casa de Velázquez, 55-74.
  • García, A. G. (2011). La inflación del Imperio Romano de Diocleciano a Teodosio. Documenta & Instrumenta, 9, 123-152.
  • Grierson, P. (1999). Byzantine Coinage. Washington, D.C.: Dumbarton Oaks Research Library and Collection.
  • Morrison, C. (2002). Byzantine Money: Its production and circulation. En A. E. Laiou, The Economic History of Byzantium: From the Seventh through the Fifteenth Century (págs. 918-966). Washington,D.C.: Dumbarton Oaks Research Library and Collection.
  • Peinado, Á. R. (2018). La circulación monetaria en el reino visigodo de Toledo. Madrid: Universidad Complutense de Madrid.
  • Ramirez, H. D. (2017). Comercio exterior y moneda durante la época del emperador Justiniano (527-565): análisis desde la teoría pre-capitalista. ALBAHRI: entre Oriente y Occidente, 76-138.
  • Ramirez, H. D. (2020). Some products in the market of the Byzantine Empire: silk, wine and oil. ALBAHRI: entre Oriente y Occidente, 26-54.
  • Sánchez, F. L. (2009). La moneda del reino visigodo de Toledo: ¿por qué? ¿para quién? Mainake, XXXI, 175-186.
  • Trapero, M. R. (2004). En torno a la moneda visigoda. Documenta & Instrumenta, 1, 179-201.
  • Trapero, M. R. (s.f.). Presencia en la Historia visigoda de la moneda. (págs. 239-262). Madrid: Universidad Complutense de Madrid.
  • Jiménez, J. A. (2016). Historia de las monedas. Obtenido de https://historiadelasmonedas.wordpress.com/moneda-medieval/la-moneda-visigoda/. Consultado el 15/12/2020

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