Los bonos del Crédito Castellano

El Crédito Castellano

En la década de 1860 proliferaron las sociedades de crédito en España. Estas sociedades no eran propiamente bancos pero lo parecían: emitían deuda y con ella financiaban proyectos empresariales. Sin salir de Valladolid podemos encontrar varios ejemplos: la Unión Castellana, la Sociedad de Crédito Industrial Agrícola y Mercantil, el Crédito Mutuo y, quizá la más relevante de todas, el Crédito Castellano.

Crédito Castellano. Bono de 2.000 reales de vellón, 1863.
Crédito Castellano. Bono de 2.000 reales de vellón, 1863.

El Crédito Castellano se fundó en 1862 con un capital de 18 millones de pesetas. Sus accionistas eran parte de la burguesía vallisoletana, coincidiendo muchos de ellos en la propiedad del Banco de Valladolid y de otras sociedades de crédito de la ciudad.  El Crédito Castellano pronto abrió sucursales en muchos municipios (Salamanca, León, Burgos, Medina, Palencia, Ávila, Toro, Alar del Rey…) y se generó muchísima expectativa. Colocaron títulos de deuda que invirtieron en proyectos de infraestructuras, como líneas de ferrocarril o en la ría de Bilbao. Lamentablemente estos proyectos no fueron económicamente tan rentables como esperaban y pronto aparecieron los problemas.

En un principio los problemas de liquidez del Crédito Castellano se solventaron solicitando dividendos pasivos a los acciones (es decir, que los accionistas pagasen dinero a la empresa en vez de recibirlo). Pero ya en 1864 la situación era insostenible. Se intentó su fusión con otras sociedades de crédito vallisoletanas (recordemos que muchos de los accionistas eran las mismas personas) y con el Banco de Valladolid. Nada de eso funcionó y en 1865 el Crédito Castellano solicitó la declaración de quiebra aunque no acabaría de liquidarse hasta 1889. Misma suerte corrieron las otras sociedades de crédito vallisoletanas. Unas sociedades que, además, arrastraron al Banco de Valladolid y contagiaron al Banco de Palencia.  

Funcionamiento de los bonos como billetes

En España hubo pluralidad en la emisión de papel moneda hasta 1874. Es decir, distintas entidades privadas podían emitir sus propios billetes y bonos al portador. Pero esos billetes o bonos tenían que cumplir ciertas condiciones. Concretamente, los bonos debían:

  • Ser al portador.
  • No ser reembolsables en menos de 30 días a partir de la fecha de emisión.
  • Dar interés.
  • Estar grabados con el impuesto del Timbre

De esta forma, la sociedad de crédito emitía unos bonos al portador y estos podían circular como si de billetes se tratasen. La diferencia estriba en que dichos bonos proporcionaban un interés y los billetes no. Pero, tal y como explica Ramón Cobo, forman parte del estudio y el coleccionismo notafílico. 

Si nos fijamos en los tres primeros bonos veremos que se emitieron en 1862 y 1863, cuando el Crédito Castellano gozaba de buen nombre y de aparente solvencia. Estos bonos tenían un interés del 3,65% anual que podía cobrarse cada 60 días. De esta forma las cuentas eran muy fáciles de hacer: por cada 1.000 reales adquiridos el bono proporcionaba 0,1 reales diarios.

Crédito Castellano. Bono de 4.000 reales de vellón, 1862.
Crédito Castellano. Bono de 4.000 reales de vellón, 1862.

Por ejemplo, si nos fijamos en el primer bono veremos que se emitió el 1 de abril de 1863 por un valor de 2.000 reales; también indica que su valor el 31 de mayo de 1863 (su primer vencimiento) es de 2.012 reales y que esa deuda podrá prorrogarse siempre que el portador quiera. Es decir, alguien pagó el 1 de abril 2.000 reales por esa deuda sabiendo que a finales de mayo podría devolverla y obtener 2.012 reales, o quedárselo y prorrogar dicha deuda por tiempo teóricamente indefinido. 

El portador también podría necesitar liquidez y vender a otro inversor ese bono el 20 de abril por, pongamos, 2.004 reales. Para facilitar el cálculo de cuánto valdría el bono a lo largo del tiempo se incluye en el reverso una tabla que indica cuánto pagará el Crédito Castellano en cada uno de los vencimientos. Así se facilita su uso como papel moneda.

Vemos que el cuarto bono es distinto, en el sentido de que no desglosa esta relación de valores que facilite su uso como papel moneda. Este bono fue emitido en diciembre de 1864, cuando la situación del Crédito Castellano era desesperada. Por eso es un bono mucho más especulativo que define un interés nominal de un 10% y un vencimiento en agosto del año siguiente. 

La quiebra del Crédito Castellano representada en los bonos

No hay que fijarse mucho para ver que cada uno de los bonos tiene multitud de firmas, sellos y estampas. De las firmas podemos saber que el administrador y el contador fueron los mismos al menos entre 1862 y 1864, mientras que hubo al menos tres directores distintos en tan breve espacio de tiempo. 

Se observa que cada billete tiene adherido un sello semejante a los de correos postales. Este sello hace explícito el pago del impuesto del Timbre, obligatorio para poder emitir bonos al portador.

Crédito Castellano. Bono de 10.000 reales de vellón, 1862.
Crédito Castellano. Bono de 10.000 reales de vellón, 1862.

Luego hay multitud de tampones estampados en cada billete. En los dos primeros nos encontramos en sus bordes, marcados con tinta verde, el nombre de las localidades en las que esos bonos se podían canjear por efectivo. El resto de sellos, marcados en anverso y en reverso, reconocen el pago de dividendos que obtuvo el portador del bono cuando el Crédito Castellano estaba en proceso de liquidación (muy semejante a los billetes del Banco de Valladolid).

Atendiendo a esos sellos podemos ver que, durante los 24 largos años que duró la liquidación del Crédito Castellano, se pagaron seis dividendos. En total los acreedores cobraron el 43,75% del capital prometido. Perdieron más de la mitad de su dinero a pesar de tener que esperar décadas para poder recibir sus últimos pagos. Eso sí, se pudieron sentir afortunados si se compararon con los poseedores de los billetes del Banco de Valladolid

Crédito Castellano. Bono de 2.000 reales de vellón, 1865.
Crédito Castellano. Bono de 2.000 reales de vellón, 1865.

La próxima subasta de Ibercoin

Ibercoin organiza una nueva subasta de billetes españoles para el día 8 de febrero de 2023. Es una subasta muy amplia, con 1.064 lotes, donde hay una gran cantidad de ejemplares aptos para coleccionistas medios. También hay piezas exquisitas para los coleccionistas más avanzados, ya sea por su rareza, su alta calidad o su numeración.

Lo que más me ha sorprendido de la subasta son los cuatro bonos del Crédito Castellano que ilustran esta entrada. Es un conjunto de extrema rareza (seguramente único), si bien no hay un mercado muy desarrollado para este tipo de coleccionismo. También del siglo XIX hay varios billetes raros; 50 y 100 pesetas 1884, 100 pesetas 1889, 100 pesetas 1898 AU55, 100 pesetas 1900 o 100 pesos de la Isla de Cuba son algunos ejemplos. 

Otros billetes muy interesantes son los emitidos por el Banco de España durante la Guerra Civil Española o inmediatamente después. Se ofrecen las queridísimas 100 pesetas no emitidas de 1938, así como las 5, 10, 50, 100 y 500 pesetas de 1938 en alto grado de conservación. Obviamente hay que citar las 5 pesetas de Burgos serie M en grado MS65 EPQ. De los años posteriores encontramos las 500 y las 1.000 pesetas de 1940 o las 1.000 pesetas de 1946.

De los años posteriores nos encontramos con muchos ejemplares que quizá no sean tan raros per se, pero son muestras, tienen numeración baja o series raras (uno, dos, tres, cuatro, cinco…). Seguro que son una buena golosina para los coleccionistas más exquisitos de la segunda mitad del siglo XX en adelante. 

José Antonio Castellanos ha hecho un comentario sobre esta subasta.

Podéis seguir a Ibercoin en su web, en Facebook y en Instagram.

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