Las monedas y billetes que más duele perder

Ayer publiqué un vídeo con una breve entrevista a Salvador Plantalech, un coleccionista de billetes de la guerra civil. Es una entrevista breve pero realmente interesante. En ella Salvador nos cuenta cómo pudo hacerse con los vales que sus abuelos –regentes de un bar y de una herrería en Olot– emitieron durante la Guerra Civil. Tras 25 años coleccionando, al fin pudo completar la serie.

Creo que éste es un extraordinario ejemplo de piezas que un coleccionista quiere tener sí o sí: aquellos que tienen un gran componente emocional. Si a esto se añade que son ejemplares raros, ese coleccionista hará lo que sea por hacerse con ellos una vez que salgan al mercado. 

El caso de que los emisores de los vales sean los antepasados del coleccionista es muy inusual. Es mucho más común que el coleccionista se encuentre con la posibilidad de adquirir un billete de su “patria chica”: su pueblo, el pueblo de sus padres, la pequeña ciudad donde se crió… son referencias a la historia local que un coleccionista entiende como propia.

Este tipo de situaciones se dan en series donde aparecen muchas cecas y rarezas. En España los casos más claros son los billetes y vales de la guerra civil así como la moneda medieval. La moneda ibérica también podría considerarse, si bien ahí las referencias son más geográficas que culturales. 

En estas series nos podemos encontrar monedas y billetes de muchas provincias, algunos de ellos de enorme rareza. Basta que un coleccionista lleve décadas buscando un ejemplar acuñado en su pueblo para que esté dispuesto a pagar lo que sea por él. Basta que sean dos coleccionistas en esa misma situación para que ocurra una auténtica lucha sin cuartel. 

Vales de 5, 10 y 25 céntimos avalados por el Bar del Carme y la Herrería Emilio Plantalech. Olot.

Esa lucha se puede dar en una subasta, creando verdaderos piques entre dos coleccionistas que saben perfectamente que están pagando mucho más de lo que vale el ejemplar. ¡Pero llevan 25 años queriendo comprar el billete de su pueblo! Ahí es donde entra el componente más pasional del coleccionismo y donde todo lo que tenga que ver con la compra como inversión queda eclipsado.

Si la lucha se da en una compra privada mucho me temo que quien tenga más y mejores contactos será quien se lleve el ejemplar. Por eso hay quienes se hacen amigos de los hijos de los coleccionistas, esperando décadas a que los herederos de quien tiene tan ansiado tesoro se lo ofrezcan a ellos antes que a nadie. En otros casos el ejemplar cae en manos de un comerciante que sabrá explotar bien el interés del coleccionista por dicho ejemplar (aún así es probable que en una venta privada le salga más barato que en una subasta). 

Este componente emocional no se encuentra para nada en las monedas o los billetes de ámbito nacional. Quien coleccione billetes del Banco de España, monedas virreinales o monedas romanas no se encontrará nunca en esa tesitura. Quizá vea un columnario en una calidad espectacular o un billete muy raro que le encantaría incorporar en su colección. Pero si no lo adquiere sabe que en unos meses o unos pocos años tendrá la oportunidad de adquirir uno semejante. Quizá no sea esa misma variante, quizá no sea ese mismo año, pero será un buen ejemplar que entrará en su colección y que satisfará al coleccionista de igual manera. 

Yo pude experimentarlo en mis propias carnes cuando el Estado Español me quitó un dinero de doña Urraca acuñado en Palencia. Os puedo asegurar que la sensación de frustración al no poder comprarlo es muchísimo mayor que si el Estado hubiese ejercido su derecho a tanteo con una dobla sevillana, por rara y cara que ésta fuese. 

Carme y Emilio Plantalech. Emisores de los anteriores vales.

3 comentarios en “Las monedas y billetes que más duele perder”

  1. Hay una entrevista en la revista Colecciomania de Mallorca en que se habla de una emisión de vales metálicos monetiformes por parte de un bar; sus propietarios también lo eran de una herrería y, el cuño que marcaban, era el mismo que el herrero usaba para marcar las herramientas que fabricaba, de modo que sin esa entrevista al hijo del herrero/barman pensaríamos que se trató de monedas de la herrería. Por si fuera poco, esa entrevista la hizo Jaume Boada que, según comentáis, andaba por ahí al hacer esta estupenda entrevista.

    Hay casualidades, bien casuales, pero que demuestran cuan prudentes conviene ser al sacar conclusiones históricas basadas únicamente en artefactos.

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