Valorar monedas únicas

En una ocasión un lector de este blog me escribió porque no sabía qué hacer. Resulta que un comerciante muy conocido le había ofrecido una moneda que catalogaba como única y él, como inversor que era, no sabía qué hacer. Su plan era que una vez la moneda fuese suya él sería quien pudiera poner el precio de la misma.

Otra historia que me comentaron con una moneda única es de una pieza de oro andalusí que le vendieron a un tipo. Le pusieron como ejemplo la onza galana de 1695 de México (pieza única perteneciente a la Caballero y rematada en 385.000 euros) para que viese lo que se solía pagar por una moneda única y, como se lo tragó, le metieron uno de los mayores rejonazos de los que tengo constancia. Se hubiera podido comprar cuatro onzas segovianas con ese dinero. Y el oro andalusí había estado doblado. Tiene cojones.

El error del primer caso es pensar que quien tenga una moneda única podrá venderla al precio que quiera. Nada más lejos de la realidad, pues como siempre se venderá la moneda al precio máximo al que pueda venderla. Además, vender una moneda única es, por lo general, muy complicado porque son monedas muy estrechas con una demanda baja ya que solo coleccionistas muy especializados las buscan. Por eso es muy complicado encontrar en el futuro a un coleccionista que la esté buscando.

El error del segundo caso es creer que un oro andalusí vale tanto como una onza galana. Como el que adquirió la pieza no es tonto doy por supuesto que en el fondo simplemente quería creerlo.

Lo que me dispongo a hacer ahora es una pequeña reflexión sobre cómo encontrar un precio razonable para monedas únicas (o rarísimas). Como son monedas tan raras siempre habrá un margen amplio dentro de sus precios razonables pero no está de más delimitar dicho margen al menos un poquillo.

8 escudos 1747 pelucona

La primera cuestión a tener en cuenta es que no es tan importante que la moneda sea única. De hecho, más que «única» solemos decir «único ejemplar conocido» dejando la puerta abierta a que aparezcan más. El estado de conservación de la moneda tiene mucha más repercusión en el precio que el que se conozcan cinco ejemplares en vez de uno. Cualquier coleccionista iniciado preferirá una moneda bonita de la que se conozcan cinco ejemplares a una taladrada que sea única.

Dicho esto, lo que nos tenemos que plantear son dos preguntas: «¿Qué hace única a la moneda?» y «¿Cuánto estarían dispuestos a pagar por esa característica?«.

Hay quienes llaman «únicas» a sus monedas por el proceso de acuñación las hace tales. Esto se lo he oído decir a los coleccionistas de errores que se creen que tienen tesoros en su colección (ejemplo). También se lo he oído decir, con mucho romanticismo, a los coleccionistas de monedas macuquinas, pues son piezas en las que su proceso de fabricación artesanal hacía que cada una saliese diferente a la anterior.  Obviamente no es de estas monedas de las que estamos hablando porque, siguiendo esa lógica, en última instancia todas las monedas serían únicas.

Si lo que hace única a la moneda es una variante de cuño que pueda ser más o menos notoria, lo que habrá que preguntarse es si hay un interés especial por las variantes de cuño en esa serie determinada. Las variantes de cuño se dan de forma muy común en la moneda medieval, tanto en la moneda andalusí como en los territorios cristianos. Por eso no es raro encontrarse variantes de las que solo se conoce un ejemplar, bien sea porque la leyenda se modifica, porque algunos símbolos cambian de lugar, porque aparecen o dejan de aparecer algunos ornamentos… Pocas de esas variantes despiertan el interés por los coleccionistas: si una moneda medieval cuesta 1.000 euros y resulta que hay una variante única (o rarísima) de esa moneda debido a las leyendas lo cierto es que yo no pagaría más de 1.200. Y en caso de que la quiera, porque cuando la vaya a vender va a ser complicado que me paguen más de 1.000.

Bien es cierto que existen otras series donde las variantes adquieren un valor considerable por pequeñas que sean. Yo diría que en la numismática española ese tipo de variantes solo se tienen en cuenta para las piezas de El Centenario de la Peseta, en los euros y, en mucha menor medida, en los Borbones. Lo que pasa es que en estas series es muy difícil que aparezcan variantes rarísimas o únicas, ya que la producción por cuño era muy alta. Aún así hemos visto dos en este blog: las 5 pesetas de 1875 cola de león y los 8 escudos de Santiago de 1751 FERDINANUS.

En cualquier caso, es un tanto de frikis lo de considerar un moneda única porque quien grabó el cuño se confundió al hacerlo o lo hizo de una manera levemente diferente a los otros cuños. Por eso yo apenas tengo en cuenta este tipo de rarezas o variantes.

Más interesantes son las monedas que son únicas, o rarísimas, por un aspecto con cierta trascendencia histórica o artística: el diseño de la moneda, el reinado, la fecha, la ceca, los ensayadores… o ciertas combinaciones. En ese caso siempre habría que preguntarse para quién sería relevante el aspecto que hace única a la moneda.

Monedas que sean únicas por su diseño hay poquísimas. De los pocos ejemplos que se me ocurren es la dobla de Pedro I que pasó por las manos de Cayón el año pasado o el dinero mallorquín que fue portada en la Colección Ramón Llull. En estos casos es muy complicado valorar la pieza porque es difícil saber a qué atenerse cuando no hay nada realmente parecido. Yo lo que hago es pensar cuál sería el máximo precio posible a pagar por una moneda de la serie a la que pertenezcan (oro medieval castellano en el caso de la dobla y dineros de la Corona de Aragón en el otro caso) en la calidad en la que se encuentra. Ese máximo seguramente sea el precio mínimo a pagar por la moneda que valoramos.

8 escudos 1747 cara de perro

Monedas que sean únicas por uno de los aspectos históricos que he enumerado antes también hay muy pocas. Se podrían citar algunos raros ejemplares visigodos por ser los únicos conocidos que fueron acuñados en ciertas cecas, como Saldaña, o el mítico real y medio real de Lancaster. Y poco más. Ahora bien, hay veces que estos aspectos históricos hacen a una moneda única dentro de una serie de monedas determinadas. Por ejemplo, dentro de la serie de monedas visigodas solo existe un ejemplar acuñado en Lorca (hay más monedas de Lorca de otras épocas). Igualmente, solo existe un ejemplar de un 8 escudos acuñado en Cuenca, por lo que es una pieza única en su serie, a pesar de que en Cuenca se acuñaron monedas de otros módulos. Hay que decir que en cuestión de precios estas monedas van de la mano con las anteriores: se debe pensar cuánto pagaría alguien como máximo en esa serie para dicha conservación y eso mismo da un precio estimado del mínimo de precio razonable para esa moneda.

Más normal es que aparezcan monedas que son únicas, o extremadamente raras, dentro de una serie debido a la combinación de varias características. Por ejemplo se puede indicar que es extremadamente raro cierta fecha para una ceca determinada o que es de extraordinaria rareza que cierto diseño aparezca en una fecha. En ese caso la demanda y el precio caen con respecto a los casos anteriores porque ya sería apetecibles a un número más restringido de coleccionistas, que son quienes buscan completar una serie.

Un ejemplo son las onzas mexicanas de 1747. Existen 8 escudos mexicanos de ese año a nombre de Felipe V y a nombre de su hijo Fernando VI. Son ambas piezas rarísimas pero las de busto de Felipe V lo son más. Sin embargo se pagan más caras las onzas a nombre de Fernando VI. La razón no es otra que las de Fernando VI presentan un busto (el «cara de perro») que solo se da en esa ceca y en ese año; sin embargo las onzas de Felipe V tienen el mismo diseño y las mismas características que los años anteriores. En la onza de Felipe V solo cambia la fecha con respecto a otras onzas relativamente normales (como la de 1746), por eso solo es apetecible a coleccionistas completistas.

Finalmente hay casos en los que hay monedas únicas que son variantes de otras ya de por sí rarísimas. Podría poner como ejemplo el dinero palentino que me levantaron o los reales toledanos de Enrique III. En estos casos lo mejor es evaluar las monedas como si todas perteneciesen al mismo tipo y no presentasen ninguna variante. Por ejemplo yo conozco cuatro ejemplares de dineros palentinos, la mayoría únicos. Si tuviera que ponerles un precio consideraría que todos perteneciesen al mismo tipo a pesar de que son distintas variantes. Es decir, me fijaría en los remates de unas monedas para poder tasar las otras, como si de monedas idénticas se tratase.

Un último aspecto que quisiera subrayar es que todo el rato he estado recalcando que el precio de la moneda hay que entenderlo dentro de los aspectos razonables de su serie. No se paga lo mismo por un oro almohade que por una onza mexicana, por muy únicas que sean ambas. Obviamente quien quiera monedas únicas debe estar dispuesto a poner bastante dinero (pero no tanto en algunas series, como cobres de los Austrias) pero debe tomar siempre como referencia lo máximo que se podría pagar en esa serie por una moneda de la calidad que se presenta. Con eso ya tiene una primera estimación para un ejemplar único o rarísimo.

3 comentarios en “Valorar monedas únicas”

  1. El valor de una moneda única también tiene mucho que ver con la proporción con respecto a otras monedas de su serie, me explico, no es lo mismo un año único en un dinar del reino Taifa de Sevilla, que un año único en una moneda de cinco pesetas de Franco. Cuál valdría más?, pues evidentemente el duro de Franco, puesto que al ser series con emisiones tan grandes, hay muchísimos más aficionados.

    1. Adolfo Ruiz Calleja

      ¡¡Claro!!

      Pero el razonamiento es el mismo:

      Si apareciese un duro de Franco único en calidad SC (imaginémonos un supuesto duro de 1949*19-53), con su trasfondo histórico y sabiendo que es auténtico, pues nos remitiríamos a los otros duros rarísimos de Franco. Por ejemplo, si por el rarísimo duro de 1949*19-52 se pagan unos 30.000 euros, pues eso nos da una primera estimación de lo mínimo a pagar por el supuesto duro único.

      La razón de la diferencia de precio con el supuesto dinar único de la Taifa de Sevilla es que hay muchos más aficionados a la numismática franquista y que en Franco es muchísimo más difícil hacerse con piezas únicas.

      Saludos,
      Adolfo

  2. La ley de la oferte y la demanda… las piezas únicas son más valoradas si se enmarcan en series que tienen más coleccionistas. En series con pocos aficionados La rareza se paga menos.
    En todo caso, yo que me considero un aficionadillo, tengo muy claro que el mercado ahora paga más calidad que rareza. Y yo creo que es una tendencia que va a durar.

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