Una carta de Alonso del Rincón

Potosí, 15 de junio de 1576.

Querido Adolfo.

Tal y como me has solicitado, escribo esta carta para los lectores del Blog Numismático. Veo que habláis bastante de mí pero que sabéis más bien poco de mi vida. Además, mucho de lo que de mí se dice es falso porque autores de gran renombre confundieron mi biografía. Yo no tengo gran memoria, pero os comentaré de lo que me acuerde, tal y como lo recoge Jorge A. Proctor.

Yo nací allá por 1520 en el seno de una familia de monederos. Mi padre, Martín del Rincón, trabajaba como tallador en la ceca de Toledo; esa que tú visitaste hace poco. Es decir, era el encargado de tallar los punzones con los cuales se grababan los cuños. Es un oficio artístico del que pocos coleccionistas son conscientes, pero al que muchas veces aluden cuando dicen «esta moneda tiene buen arte». Pues bien, ya desde muy niño cada vez que veía un real, o unos dos reales toledanos con buen arte (imagen 1), me paraba a reflexionar si habría sido mi padre el tallador responsable.

Imagen 1. 2 reales Reyes Católicos, ceca de Toledo

Mi padre tuvo una enorme influencia en la educación de mi familia. El dinero que ganaba como tallador permitió que tanto yo como mis hermanos fuésemos a la escuela. Tras aprender a leer y las cuatro reglas de cálculo, los chicos pronto fuimos a la ceca a aprender los oficios de talladores y de ensayadores. Yo me incorporé con poco más de 10 años a la ceca de Toledo, primero como aprendiz y luego como ayudante de mi padre. Allí ya llevaban unos años trabajando mi hermano mayor, Francisco, y mi primo Alonso. Por cierto, hay quien dice que mi familia estuvo en otras cecas castellanas, como Granada, Cuenca o Burgos. Lo dicen porque allí aparece un «R» como marca de ensayador. Yo no sé quién sería ese «R» pero, que se sepa, ni yo ni nadie de mis familiares fueron ensayadores de cecas peninsulares. Solo talladores, que es un oficio menos agradecido pero igual de digno.

Mi hermano Francisco del Rincón fue el primero de mi familia en viajar a Nueva España, a lo que ahora llamáis México. Fue allí para probar fortuna y realmente la consiguió. Cuando en 1535 se pensó en abrir una Casa de Moneda en México, la primera del continente americano, el Virrey Antonio de Mendoza seleccionó a mi hermano para ser ensayador de la misma. Así, el apellido de mi familia se relaciona con la ceca de México: Francisco del Rincón fue su primer ensayador. Las acuñaciones comenzaron en abril de 1536 y mi hermano permaneció en el puesto hasta mediados de 1538. Durante los poco más de dos años en los que mi hermano Francisco fue ensayador de la Casa de Moneda de México se acuñaron las únicas monedas de 3 reales. ¡Ahí es nada! Pero lo que es más importante: allí se acuñaron los primeros 8 reales de la historia, el primer «dólar americano», como dicen los actuales estadounidenses (imagen 2). Ni qué decir tiene que esa «R» que lucen los primeros reales de a 8 me enorgullece enormemente a pesar de no ser por mí, sino por mi hermano Francisco del Rincón.

8 reales Carlos y Juana, México. Ensayador Francisco del Rincón
Imagen 2. 8 reales Carlos y Juana, México. Ensayador Francisco del Rincón

Tengo que aclarar también que mi hermano Francisco no era mi único familiar trabajando en la Casa de Moneda de México en aquellos primeros años. Mi primo Alonso Francisco del Rincón trabajó por entonces como tallador. ¡Pero cuidado! Ese Alonso Francisco del Rincón no soy yoni mi hermano, sino mi primo. Lo digo porque muchos son los que nos confunden: en 1536 había un Alonso del Rincón trabajando como ayudante de tallador en la ceca de Toledo (el que os escribe) y otro Alonso un Francisco del Rincón trabajando como tallador en la de México (mi primo).

A mediados de 1538 mi hermano dejó de ser ensayador y pasó a ser teniente de tesorero de la Casa de Moneda de México. Esto fue un trabajo que no le debió de gustar mucho, pues rápidamente solicitó al Rey que le permitiese trabajar en las minas de México. Como ensayador experimentado que era, Francisco se veía capaz de extraer la plata de grietas que otros no podían extraer. El 21 de febrero de 1539 el Rey autorizaba dicha tarea. Así pues, mi hermano Francisco del Rincón creó una compañía para esa tarea con tres amigos suyos que se hallaban en España. Fue una pésima idea: al poco se enemistó con sus socios y aquella empresa le trajo muchísimos disgustos. Bastará con decir que en 1540 Francisco envió a España 500 escudos de oro para que sirviesen como dote para la boda de nuestra hermana Juana, pero en la Casa de Contratación  se los embargaron a petición de sus antiguos socios. Esto supuso un disgusto terrible para la familia. El juicio también hizo que mi hermano Francisco volviese de América en 1541 y que se quedase en la Península Ibérica el resto de su vida.

Siguiendo los pasos de mi hermano Francisco, yo fui a Nueva España en 1542. Allí estuve trabajando como ensayador tallador desde 1542 hasta 1545. Mientras, en los primeros 10 años de existencia de la Casa de la Moneda de México había dos ensayadores de apellido «del Rincón»: Francisco (mi hermano) de 1536 a 1538 y Alonso Francisco (mi primo) de 1542 a 1545. Además, Francisco del Rincón había sido teniente de tesorero entre 1538 y 1539, mientras que nuestro primo Alonso del Rincón fue yo mismo fui tallador. ¡Habíamos grabado a fuego nuestro apellido en México!

«Mi experiencia en las cecas de Toledo y de México vino muy bien para guiar la apertura de la Casa de Moneda de Lima.»

Como ustedes bien sabrán, en esos años ya se empezaba a hablar en Castilla de los derechos de los indios y se comenzaba a legislar al respecto. Estas nueva legislación, que prohibía el trabajo forzado de los indios, se aplicó en el recién conquistado Perú y provocó una rebelión de los encomendadores encabezados por Gonzalo Pizarro (hermanastro del gran Francisco Pizarro). Para sofocar esa rebelión el Rey envió a Pedro de la Gasca, quien en 1546 buscó hombres voluntarios en la Ciudad de México. Ni qué decir tiene que un muchacho de 26 años tan echado para adelante como era yo no podría perderse una aventura como esa. Así que me enrolé. Si Nueva España ya estaba lejos ¡no os quiero ni contar lo lejos que quedaba Perú de mi Toledo natal!

Tras sofocar la rebelión permanecí unos cuantos años en el Perú sirviendo a la Corona. Fueron años felices en los que me sentí cómodo en distintos lugares y realizando distintas empresas. Buena parte de ellos (al menos entre 1557 y 1559) estuve en Quito (actual Ecuador), trabajando como Promotor Fiscal (una especie de «contable de la recaudación de impuestos«) y como Protector de los Naturales (una especie de «defensor de los derechos de los indios«). Mi bajo sueldo lo compensaba trabajando en fundiciones, pues seguía siendo un auténtico experto en lo que a la manipulación del metal se refería. Pero los ingresos eran un buen problema y como se me negó merced alguna, en 1559 tuve que marcharme de Quito.

En 1559 fui a la Provincia de Tierra Firme (actual Colombia Panamá). Allí conocí a Francisco Vázquez, con quien me enrolé para pacificar Veragua (actual Panamá). Conseguimos controlar la zona y fundar la ciudad de Concepción. En esa ciudad me quedé junto con unos pocos soldados para evitar que la ciudad se despoblase. En 1561 me nombraron factor y veedor de las minas de oro que había en la zona. Un cargo importante del que se puede hacer bastante dinero pero que, al igual que le pasó a mi hermano Francisco, no me trajo más que problemas. Así, a los seis meses ya tuve problemas con mis socios quienes me apresaron y me enviaron a la ciudad de Natá (actual Panamá) para que me embarcasen a España. Yo pagué una fianza para evitar la deportación, así que me dejaron libre. Pero los muy malvados volvieron a apresarme y me condujeron, contra mi voluntad, a la Península Ibérica.

8 reales Felipe II, Lima. Ensayador Alonso del Rincón
Imagen 3. 8 reales Felipe II, Lima. Ensayador Alonso del Rincón

Se celebró un juicio en Madrid del que salí libre pero arruinado. Por eso pedí una encomienda en 1563, ya que no tenía más lugar al que ir que de vuelta a Quito para volver a ser Protector de los Naturales y el sueldo que obtendría a duras penas me daría para vivir. Se me negó la encomienda pero el Rey me firmó una Cédula de Recomendación para el Virrey del Perú. Así que allí volví, pero en vez de ir a Quito me quedé en Lima (hoy Perú), donde se encontraba la sede del Virreinato.

La suerte me sonrió a principios de 1568, cuando el Gobernador Lope García de Castro buscaba desesperadamente trabajadores cualificados para abrir una ceca en Lima (la cual había sido autorizada en 1565 por Felipe II). Mi experiencia en las cecas de Toledo y de México vino muy bien para guiar la apertura de la Casa de Moneda de Lima, esa que tú visitaste. Recuerdo con mucha emoción cuando el 2 de septiembre de 1568 ofrecí un R como marca personal a Antonio de Bobadilla, que fue el primer tallador de la ceca de Lima. Esa era mi señal para las monedas de plata que allí forjamos; la misma que tuve en México 26 años antes y la misma que tuvo mi hermano. Al igual que en México, se acuñaron monedas de cuarto de real, medio real, un real, dos reales y cuatro reales.

Tengo que decir que desde septiembre de 1568 hasta noviembre de 1569, cuando el Virrey Francisco de Toledo llegó a Lima la situación de la ceca fue bastante caótica y los monederos gozamos de mucha libertad. Quizá demasiada libertad. Por un lado, acuñamos monedas a nombre de Felipe II, lo cual era toda una novedad en América según me enteré más tarde, puesto que en México se seguían acuñando a nombre de Juana y Carlos. Por otro lado, buena parte de las monedas las acuñamos a 69 piezas por marco en vez de a 67 (explicación), que era lo que marcaba la legislación. Eso hizo que muchas monedas estuvieran faltas de peso. Finalmente, labramos monedas de 8 reales, para las cuales no estábamos autorizados. Tengo que decir que me enorgullece que los primeros 8 reales de América lleven la «R» de Francisco del Rincón (imagen 2), mientras que los primeros 8 reales de Sudamérica lleven la «R» de Alonso del Rincón (imagen 3). Es una lástima que estos últimos fueran ilegales.

«La suerte me volvió a sonreír cuando el Virrey Francisco de Toledo quiso trasladar la ceca de Lima a La Plata (hoy Sucre, Bolivia).»

Ya os podéis imaginar la que se lió cuando apareció Francisco de Toledo en Lima. Hubo una inspección en julio de 1570 y resultó que el 10% de la moneda circulante estaba falta de peso. Así que los monederos nos vimos procesados. El 23 de octubre de 1570 el virrey nombró a Ginés Martínez ensayador de la ceca y yo ya no volvería a trabajar en la Casa de la Moneda de Lima. Lo más gracioso es que en marzo de 1570 el propio Felipe II había solicitado que se cambiasen los diseños de las monedas de Lima para adecuarlos con los de la Península. Esa ordenanza llegó en abril de 1571, cuando nosotros estábamos procesados y la ceca clausurada.

La suerte me volvió a sonreír cuando el Virrey Francisco de Toledo quiso trasladar la ceca de Lima a La Plata (hoy Sucre, Bolivia), más cerca de las minas de plata. Eso supuso un revuelo tremendo porque Lima, ciudad de comercio, se quedaba sin su ceca y temían que volviese a escasear la moneda. Por otro lado, resultaba mucho más eficiente la amonedación de la plata cerca de las minas. Al final la decisión de Francisco de Toledo fue salomónica: trasladar solo la mitad de la maquinaria a La Plata, permitiendo que la ceca de Lima se volviese a abrir. Ni qué decir tiene que a mí me pidió que fuese yo quien trasladase la maquinaria y los troqueles a La Plata porque mi experiencia era más que necesaria a la hora de abrir una nueva ceca en el Alto Perú.

8 reales Felipe II, Potosí. Ensayador Alonso del Rincón
Imagen 4. 8 reales Felipe II, Potosí. Ensayador Alonso del Rincón

En La Plata comenzamos a acuñar moneda de plata en diciembre de 1573. Pero poco nos duró la fiesta: en enero de 1574 ordenaron que cerrásemos la ceca y la trasladásemos a Potosí, más cerca todavía de las minas de Cerro Rico (otro lugar que has visitado, uno y dos). Allí nos trasladamos de inmediato y establecimos la ceca en tiempo récord: en un mes estábamos labrando moneda. Ya era la tercera ceca que abría, la quinta en la que trabajaba y, con 44 años de experiencia labrando metales, poco se me podría enseñar que yo no supiese. Comenzamos a labrar moneda con un solo horno, trabajado por un capataz y cuatro indios; al poco se añadieron otros dos hornos y para agosto de 1575 ya eran cuatro los hornos que estaban a plena producción. Por si fuera poco, el 31 de marzo de 1575 el Virrey Francisco de Toledo permitió la acuñación de 8 reales en Potosí (imagen 4). De nuevo, una nueva ceca americana forjaba mis queridos 8 reales; de nuevo, esos 8 reales llevaban la «R» correspondiente a «del Rincón».

A día de hoy, en 1576, estamos labrando en Potosí unos 16.000 kilos de plata al año. Disfruto más que nunca con mi oficio a pesar de que ya voy cumpliendo muchos años. Aquí seguiré mientras pueda. Aquí, en la ciudad de Potosí esperaré a la muerte.

Siempre suyo,

Alonso del Rincón


Este texto está levemente adornado, pero todos los hechos que se relatan son ciertos; dignos de una novela o de una serie cinematográfica. Me baso en las fuentes citadas, en un libro de Glenn Murray y, sobre todo, en el artículo de Jorge Proctor “Alonso Rincón, Ensayador y Tallador en las Casas de Moneda de las Provincias del Perú – Su participación en México y España Peninsular” en Aportes de Numismática e Historia Argentinas y Latinoamericana publicación del Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades, Vol. IV, Buenos Aires, 2016, pags. 15-32.

Comentarios en: Una carta de Alonso del Rincón

  1. Me encantó esta entrada. Está muy bien lograda. Además, conocí la historia de Alonso del Rincón, alguien del que sólo había sentido nombrar esporádicamente. ¡Qué vida! ¡Y qué de cosas para escudriñar en la historia de Hispanoamérica!
    Fue una excelente manera de empezar el año. Te felicito.
    Saludos!!!

  2. Es preciosa!! Pero super compleja.
    Siempre se habla del salvaje oeste pero esa época en sudamerica no le iba a la zaga, todo lo que se lea está lleno de intrigas, peleas y hombres sacándo su vida adelante a la fuerza

  3. ¡Qué pasada de lectura! Por unos minutos me he trasladado al S. XVI imaginando cómo sería todo aquel caos, aventuras y tradiciones. No me hubiese ido yo sin una buena espada, como debió hacer nuestro amigo Del Rincón. Muchas gracias por el relato Adolfo.

  4. Acabo de adquirir un 4 Reales limeño de A.Rincon, y no pude evitar releer esta magnífica y entretenida entrada. Con la bella moneda en la mano fue sin duda aun más emocionante la lectura!!!
    Gracias.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio