El siglo XIV fue uno de los siglos más duros para Europa Occidental. La guerra y la peste se adueñaron de Europa haciendo auténticos estragos. Castilla no fue ajena a este contexto. Sin embargo, fue entonces cuando se produjo una innovación monetaria de primerísimo orden: en 1363 nació el real, una moneda de plata fina que permaneció en Castilla durante 500 años. Una moneda que llegó a ser la primera divisa internacional, aceptada en puertos que los castellanos del siglo XIV ni siquiera podían imaginar su existencia. En este artículo daré un pequeño repaso al nacimiento del real en Castilla.

El real de Pedro I
El real de plata nació hacia 1363 siendo Pedro I rey de Castilla. Era un momento especialmente difícil ya que Castilla se veía sumida en una guerra civil fratricida que acabó deponiendo a Pedro I para dar paso a la Dinastía Trastámara.
A las penurias propias de la guerra y de la peste negra se le sumó la dificultad de acuñar monedas de plata. En ese momento el precio de la plata alcanzaba un máximo histórico, siendo la relación entre el oro y la plata de 1:8.82. Fijaros que por entonces la plata valía, en su relación con el oro, casi el doble que en la Edad Moderna. Eso hace de estos recién nacidos reales unas monedas muy valiosas en su época.
A pesar de ello, Pedro I acuñó una gran cantidad de reales. Si bien existían precedentes de emisiones puntuales y discontinuas de monedas de plata fina, estos reales fueron las primeras que se emitieron con continuidad. Unos reales que tuvieron un valor de 3 maravedíes.
Hay que recordar que estos reales no son las únicas monedas de plata acuñadas por Pedro I. La emisión de reales vino acompañada de su divisor, el medio real. Además, entre 1366 y 1369 (en plena guerra civil) Pedro I acuñó reales de plata baja con valor de 4 maravedís, 2 maravedís y 1 maravedí. Pero la nueva dinastía Trastámara tomó el real de 3 maravedís como base para sus futuras acuñaciones de plata (más), lo que hizo que los primeros reales de buena ley tuvieran una continuidad durante siglos.
Características metrológicas
No conocemos la ordenanza de emisión de estos reales de Pedro I. Pero sí se conoce una de Enrique II del 20 de octubre de 1373 en la que se reordena el monetario castellano, volviendo a la situación anterior a 1366 (lo que revertía las devaluaciones propias de la guerra civil).
En dicha ordenanza se establece que el real tiene una talla de 65 piezas por marco castellano y una ley de 11 dinero y seis granos. Es decir, tiene un peso teórico de 3.45 gramos, y una ley de 937.5 milésimas. El diámetro de estas monedas es de 28 milímetros.

Cecas y diseño
Los reales de Pedro I se acuñaron exclusivamente en tres cecas: Sevilla, Burgos y Coruña. Las tres compartían un mismo diseño en el que solo cambia la marca de ceca de la moneda (“S”, “B” y venera, respectivamente). Se ve que el rey tenía mucho control sobre la emisión de monedas de plata.
El diseño de las monedas resulta muy interesante por dos motivos: supone una innovación estilística en la moneda castellana y ensalza la figura real.
El diseño del real muy probablemente fuese inspirado en el gros tornés, una moneda de plata fina que se acuñaba en Francia desde 1266. Así, la moneda presenta una doble orla con texto en el anverso y una orla simple en el reverso. Esa doble orla supone una innovación importante, propia de la estética gótica europea.
Si bien la estructura es la misma que el gros tornés, los motivos y las leyendas no coinciden. En el anverso de los reales nos encontramos una “P” coronada, que no es otra cosa que una referencia al monarca Pedro I. En el reverso se presenta el cuartelado de castillos y leones rodeado de una orla lobulada. Debajo de él se encuentra la marca de ceca.
En cuanto a la leyenda, en la doble orla del anverso aparece una leyenda extraída del libro de salmos con obvias referencias bélicas: “Dominvs michi adivtor et ego dispiciam inimicos meos” (“el Señor es mi ayuda y despreciaré a mis enemigos”). Esta misma leyenda aparece en las doblas de oro de la época. También era utilizada por Pedro I en otro tipo de objetos donde buscaba ensalzar su figura, justificar el origen divino de su poder y manifestar la eficiencia de este poder frente a sus enemigos (recordemos que Castilla estaba en guerra). Así, nos encontramos esta misma leyenda en las puertas del fabuloso salón de los embajadores del Alcázar de Sevilla, una estancia que Pedro I utilizaba como salón de trono para recibir a personalidades importantes.
En el reverso nos encontramos otra leyenda muy conocida y también propia de las monedas de oro de Pedro I: “Petrus rex castelle et legionis” (“Pedro rey de Castilla y León”). No hay mucho más que añadir al respecto de esta proclama.

Para el coleccionista
Hacerse con los reales de Pedro I no es algo complicado. La mayoría de los coleccionistas y estudiosos no prestan mucha atención a las variantes de cuño que se encuentran en cada ceca, por lo que con tres ejemplares se tiene resuelta esta “mini serie”. Unas monedas que, buscándolas tan bonitas como las que ilustran la entrada, supondrán un desembolso de varios cientos de euros para el caso de las cecas de Burgos y Sevilla, y más todavía para la ceca de Coruña (podéis pinchar en las imágenes para tener una referencia de precios).
Hay una gran cantidad de variantes de cuño, que generalmente atienden a las distintas formas de escribir y abreviar las leyendas. Para que nos hagamos una idea, el catálogo Imperatrix recoge casi un centenar de variantes. ¡Ni en una vida entera nos haremos con todas!
Los reales que ilustran la entrada los tiene a la venta Numismática Llamas. Si os gustan las monedas españolas o antiguas os recomiendo encarecidamente que estéis atentos a sus novedades. Una de las mejores formas es seguirles en Facebook o en Instagram. Muchas de las monedas que ponen a la venta se venden al poco tiempo; es común ver a coleccionistas lamentando no haber visto la moneda antes para poder comprarla.