Subasta de Martí Hervera y Soler & Llach, 19 de diciembre de 2017

En esta entrada voy a comentar la última subasta numismática del año 2017 en nuestro país. La organizan las firmas barcelonesas Martí Hervera y Soler & Llach el día 19 de diciembre. Se trata de una doble subasta: en sala y por correo. Comentaré la subasta en sala por el interés de la misma. Os invito también a echar un vistazo a la subasta por correo, que tiene 3250 lotes y trae material que seguro que encaja en cualquier colección que no busque la excelencia.

Colección Navarra

La subasta en sala atesora una colección especial de onzas de Carlos IV llamada «Colección Navarra». Otras firmas cuando reciben una colección temática con suficiente entidad organizan una subasta igualmente temática. Sin embargo, no es este el estilo de Martí Hervera, pues ya hemos visto varias veces que en situaciones semejantes incluyen las monedas en la subasta en sala y ya está. En cada caso, voy a comentar primeramente esa colección porque es, con mucha diferencia, lo más interesante de la subasta.

La Colección Navarra se compone de 160 monedas de 8 escudos de Carlos IV. Para poner esto en perspectiva hay que decir que son más piezas que las definidas en el Calicó. Obviamente, se encuentran todas las cecas que emitieron, todos los ensayadores, todos los bustos y un montón de variantes de cuño a las que la mayoría de los coleccionistas actuales no prestamos mucha atención (ejemplo). Vemos también que es una colección donde no prima la calidad de las piezas de manera individual. De hecho, en muchísimos casos no supondría un esfuerzo muy notable encontrar ejemplares en calidades superiores a las presentadas. Esto me hace pensar que se trata de una (quizá mal denominada) colección antigua. Digamos que muestra una manera de coleccionar que profundiza mucho en una serie determinada sin dar prioridad a la calidad de las piezas. Hoy en día no está de moda esa forma de coleccionar (menos con Carlos IV) y nada hace pensar que vaya a estarlo en las próximas décadas. Por eso muchas de estas monedas salen a unos precios bajos y luego será el mercado quien decida si la rareza de las variantes se debe pagar o no. Lo normal es que no se pague demasiado por las variantes, en cualquier caso.

8 Escudos, Carlos IV. 1794. Guatemala.
8 Escudos, Carlos IV. 1794. Guatemala.

Bien que el interés de esta colección esté en considerarla en su conjunto más que en la particularidad de cada una de sus piezas, considero justo subrayar los mejores ejemplares. Como no puede ser de otra manera, estos ejemplares por excelencia destacan por la rareza más que por su calidad; no obstante, cabe destacar algunas piezas en un magnífico estado de conservación, como la limeña de 1799. Las monedas que más me han llamado la atención, son aquellas que elegí para ilustrar la entrada: las onzas de Guatemala de 1794 y 1801/97, así como la onza de Sevilla de 1790 y de 1791. Todas las onzas de Carlos IV de estas cecas son tremendamente raras, por lo que tener estas cuatro en una colección es per se un logro importante; más aún teniendo en cuenta la sobresaliente calidad de las sevillanas. Es muy relevante también la rarísima onza de Popayán de 1804 con ensayadores JT. Luego hay otras monedas con fecha rara, pero la verdad es que esas me llaman menos la atención. También es cierto que algunas de las fechas más raras faltan en la colección; es decir, aún así no se puede considerar una colección «completa». Las monedas que más echo en falta en esta colección son las de Guatemala con busto de Carlos III y leyenda de Carlos IV. Es comprensible que no estén pues son piezas rarísimas: la de 1789 no recuerdo haberla visto en España en los últimos 10 años, aunque hace poco han salido algunos ejemplares en subastas internacionales; y la de 1790 sólo conozco la de Caballero.

«Bien que el interés de esta colección esté en considerarla en su conjunto más que en la particularidad de cada una de sus piezas… cabe destacar algunas piezas en un magnífico estado de conservación…»

Otras piezas de interés

El resto de la subasta en sala no tiene tanta relevancia como la Colección Navarra pero deja algunas piezas interesantes que repasaré brevemente. La colección de numismática antigua se compone de 220 piezas con calidad media todas ellas. No hay nada que destaque ni por una calidad soberbia ni por una rareza extrema, pero quizá sea una buena oportunidad para que los coleccionistas medios cacen algo. Especialmente los coleccionistas de moneda íbera, que pueden elegir entre 49 ejemplares, y a quienes les atrae la República Romana, pues se incluyen más de 100 denarios de ese periodo. En el Imperio Romano la moneda que más me llama la atención es este denario de Julio César, si bien por su precio habría que subrayar a los de áureos (uno y dos) a pesar de que su calidad no sea la mejor.

8 Escudos, Carlos IV. 1801/797. Guatemala.
8 Escudos, Carlos IV. 1801/797. Guatemala.

La moneda medieval se repasa muy rápido pero deja algunas joyitas que sabrán apreciar los amantes de la historia. Una de ellas es mi favorita de toda la subasta: un mancuso carolíngio que supone una imitación cristiana a un dínar abásida. Otras dos piezas dirigidas a ese tipo de público que quiere profundizar en la historia del Al-Ándalus son este rarísimo cuarto de dinar en plata de Mértola y el dinar de la Taifa de Mallorca. Estas tres monedas traen muy buenas descripciones que os invito a leer.

El recorrido por la Monarquía Española es muy breve pues se hace en tan solo 150 lotes (sin tener en cuenta a la Colección Navarra). Hay muchas monedas de calidades medias y razonablemente comerciales junto con algunas piezas que destacan de manera individual: el castellano de Sevilla de los Reyes Católicos, una buena onza de Santiago de 1750 y una onza cara de rata limeña en alta conservación.

8 Escudos, Carlos IV. 1790. Sevilla.
8 Escudos, Carlos IV. 1790. Sevilla.
8 Escudos, Carlos IV. 1791. Sevilla.
8 Escudos, Carlos IV. 1791. Sevilla.

Llegando a El Centenario de la Peseta se tiene una representación más amplia y bastante interesante a grandes razgos. Quizá la única pieza de un precio realmente alto sean las 20 pesetas de la Unión Catalanista, que vienen acompañadas del resto de monedas de esa serie; y luego hay monedas bonitas que muchos de los miles de coleccionistas de esta serie sabrán apreciar. Ejemplos son algunos cobres de Alfonso XII o la peseta de 1869. En el siglo XX destacan las 6 monedas de 1 peseta de 1947 en calidad SC, incluyendo la de estrellas 19-50 y la de 19-51. También se presentan las polémicas monedas de 10 céntimos de 1939 (la moneda y su supuesta prueba). Pero la joya del siglo XX se corresponde con la mítica peseta de 1946, la del busto de Benlluire (más sobre ella).

La moneda extranjera no trae grandes sorpresas sino algunas monedas comerciales, con EEUU y Portugal como países mejor representados. En cambio, los billetes traen una colección interesante. Hay un ejemplar único del Banco de Jerez de la Frontera, así como 13 billetes clásicos incluyendo uno falso de época. Entre los clásicos destacan las 50 pesetas de 1902. Luego hay bastantes billetes de principios del siglo XX que quizá no sean extraordinarios pero sí muy bonitos en general. Entre ellos se incluye unas 1000 pesetas de 1907. Avanzando en el siglo XX todavía hay alguna sorpresa, como la muestra de las 500 pesetas de 1946, ejemplar considerado único. Además, hay varias otras muestras y ejemplares considerados nulos.

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3 comentarios en “Subasta de Martí Hervera y Soler & Llach, 19 de diciembre de 2017”

  1. Bueno, espero que a estas alturas de nuestra relación ya te hayas dado cuenta de que soy un completista antiguo, o un antiguo completista. Me acuso, la Carlos IV podría ser mía, si me interesara esa época y ese aburrido rey.
    Creo que una cosa es el planteamiento de una colección revalorizable, en la que puede ser que la calidad tenga más posibilidades de rentabilidad, siempre que se haya comprado por debajo del precio de venta posterior -perogrullada no tan estúpida, porque si el comprador se vuelve loco comprando en aras a la calidad, puede comerse la rentabilidad futura-.
    Y otro planteamiento es coleccionar buscando rentabilidad del conocimiento, para ello no es posible limitarse a la moneda de alta calidad, simplemente porque solo en unos pocos casos existe la variante buscada en determinados estándares, por lo que hay que conformarse con lo que hay a disposición. En mi caso, puedo decir que mi colección carece de variantes comunes porque no he conseguido comprarla en la calidad deseada (que ya llegará), mientras que de las variantes raras compro lo que sale porque quizás no me vuelva a encontrar con ellas, si puedo las mejoro en otra ocasión, pero si no, ya la tengo si he podido hacerme con ella –también hay un riesgo de pagar en exceso la variante rara por una calidad pobre, que en el futuro puede llevar a pérdidas graves, aunque con la ventaja de que ese no es el objeto de la adquisición -.
    Pienso que el primer tipo responde a dos perfiles de personalidad, no excluyentes: el esteta y el inversor. Del esteta poco habrá que decir, compra por gusto y si no combina otros intereses tanto le dará comprar moneda, pintura o joyería (si me dedicara a la griega seria de estos). El inversor, que algún gusto por la moneda también le debe de acompañar, buscará la rentabilidad a partir de las estrategias de las que buenamente disponga (alguna colección infame del abuelo he visto hecha con la mejor voluntad de dejar una bonita herencia), parece claro que la moda impone actualmente la calidad como opción de revalorización.
    El segundo tipo, que no tiene porque rechazar ni estética ni rentabilidad, también consta de dos categorías básicas, el que intenta adquirir los tipos catalogados, algo así como completar el álbum y por tanto adquiriere el conocimiento existente, y el que conecta coleccionismo monetario con la numismática, porque a partir de la detección de novedades inéditas o anomalías permite poner en cuestión el conocimiento científico vigente. Solo de ese planteamiento puede salir el cambio y la mejora, aunque también precisa de la colaboración del resto de coleccionistas sea cual sea su perfil. Cierto que este modelo puede ser practicado por los obsesivos compulsivos, perfil para nada incompatible con el coleccionista de cualquier clase, je, je.
    Para entendernos, no veo una obra como la de Crusafont o Jarabo-Sanahuja en que el eje sus colecciones fuera la calidad, de ser así no habrían salido trabajos que han sido capaces de producir.

    1. Yo estoy muy de acuerdo con lo que dices. Apunto este comentario para una reflexión que escribiré al respecto a la vuelta de vacaciones.

      Saludos,
      Adolfo

  2. Me descuidé, esa frase para ser completa deberia decir:
    «Me acuso, la Carlos IV podría ser mía, si me interesara esa época, ese aburrido rey y me bastara el dinero para onzas.»
    Disculpas, fue un momento de autocoach financiero.

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