Las almácigas de Miconmiconia

Se cuenta que hace muchos años, los habitantes de las lejanas tierras de Miconmiconia tenían por gusto coleccionar recipientes diversos. La mayoría de ellos coleccionaban cántaros. En Miconmiconia se comerciaba con cántaros de distintas formas, colores y procedencia. Los más queridos eran de estilo griego. También había muchos coleccionistas de cántaros verdes debido a lo atractivo de su color y a que la abundancia de jade y malaquita en las tierras de Miconmiconia permitía un precio bajo de los mismos. También unos pocos ciudadanos que coleccionaban almácigas. Las más queridas de todas, por su belleza y calidad, eran las almácigas persas. El precio de las almácigas persas era muy alto; solo algunos podían comprarlas y siempre tenían que hacer un esfuerzo económico importante para ello. Pero les merecía la pena pues la belleza de las almácigas les deslumbraba.

Al haber pocos coleccionistas de almácigas solo había un comerciante especializado en ellas en todo Miconmiconia. Se llamaba Jonás. Jonás intentaba acaparar todas las almácigas que podía, especialmente las persas pues eran las más raras, las más queridas, las más caras y de las que más dinero se puede sacar. Claro que también eran complicadas de vender a un precio alto y convencer a los clientes de que realmente la almáciga que tiene delante bien puede costar el sueldo medio de dos años de un habitante de Miconmiconia. Pero para eso Jonás tenía un truco: cuando se juntaba con dos o tres almácigas persas iguales mandaba una a que la subastase su amigo Medén, con quien estaba compinchado. Medén sacaba la almáciga a subasta y Jonás mismo la pujaba y repujaba hasta llegar a un precio muy alto. Quizá él hubiera comprado la almáciga por 15.000 rupias miconmiconas y sabía que era razonable venderla por 20.000, pero la pujaba hasta 45.000 rupias. De esa forma, si algún coleccionista novato la compraba, la compraría carísima. Y si no la pujaba nadie hasta tanto dinero, que era lo más normal, se volvía a quedar la almáciga pero marcaba un precio de mercado que a él le interesa. A su próximo cliente le diría que una almáciga semejante se vendió en una subasta por 45.000 rupias, pero que él se la podía dejar en tan solo 40.000. Nada mal.

El libro “Coin Collecting for Dummies” (bastante más serio e interesante de lo que indica su nombre) describe un caso semejante a éste que se cuenta que pasa en Miconmiconia.

Tiberio III

Ahora bien. ¿Qué podemos hacer nosotros, oh pobres coleccionistas numismático a quienes todos quieren engañar, para que no nos ocurra lo mismo que los coleccionistas de almácigas de Miconmiconia?

En primer lugar, calmarnos. Este tipo de amaños y de control artificial del mercado no lo puede hacer un comerciante más que para mercados muy pequeños y durante un tiempo no muy grande. Ha habido momentos en los que se ha intentado controlar el mercado de la plata (más sobre la colección de monedas de esos especuladores) y otros en los que una empresa ha querido controlar el mercado de las onzas (8 escudos). Todo acabó al poco tiempo en un auténtico desastre para quienes intentaron controlar el mercado. Por eso digo que este tipo de amaños no afectará a la inmensa mayoría de los coleccionistas. No es posible manipular así el precio de las monedas de El Centenario, ni de los 8 reales, ni de los denarios, ni los sestercios, ni los tetradracmas griegos… solo es posible con monedas o billetes muy raros, que salgan a subasta muy de tarde en tarde, y cuyo precio sea suficientemente alto para que estas triquiñuelas merezcan la pena. Digamos que unos cuantos miles de euros.

Pero quien quiera meterse en monedas o billetes tan raros y de precios tan altos debe tener en cuenta que en la trastienda de una subasta puede haber alguien que intente manipular los precios. Esto es algo muy difícil de detectar porque los precios de remate de las monedas tan raras son muy difíciles de predecir. Que un remate sea muy alto no significa que haya ningún amaño; lo más probable es que dos pujadores se hayan picado. Así pues, a quien se quiera meter en monedas o billetes raros y de precios altos les recomendaría lo siguiente:

No fiarse del precio de un remate, sino de la tendencia del mercado. Ya lo explicamos en esta entrada.

Hablar con los comerciantes autónomos y casas de subastas de quienes se sea cliente, así como con otros coleccionistas expertos, para que le asesoren sobre la colección. Muchas veces estos comerciantes dan buenas pistas sobre cómo está el mercado, quiénes son los actores principales (no esperes nombres, pero sí perfil) y si tienes mucha confianza quizá te cuenten alguna historia oscura que haya acontecido (¡pero cuidado con los rumores!).

Esperar a tener mucha experiencia como coleccionista y a conocer muy bien el mercado antes de hacer una compra de una magnitud tan grande. La mayoría de los coleccionistas nunca han desembolsado más de 10.000 euros en una moneda y quienes lo hacen por su cuenta sin ser verdaderos expertos se suelen equivocar. Por eso hay que sufrir años de aprendizaje antes de meterse en esos belenes o hacer las compras estando muy bien asesorado.

Conocer a otros coleccionistas que estuvieran potencialmente interesados en la moneda o billete. De esa forma se podrá estimar el precio al que se podría vender en caso de ser necesario.

No fiarse de una casa de subastas si se detectan estas prácticas.

La moneda que ilustra la entrada es un sólido bizantino a nombre de Tiberio III. El ejemplar forma parte de una bonita colección de 25 monedas de oro romano y bizantino que subasta Catawiki. Parece que cada vez van haciendo subastas con monedas de mayor importancia.

11 comentarios en “Las almácigas de Miconmiconia”

  1. Interesante y divertida entrada :-)
    Tienes que contar eso de «una empresa ha querido controlar el mercado de las onzas (8 escudos)».
    Respecto al control de la plata por los hermanos Hunt, les cambiaron las reglas del juego en mitad de la partida, lo cual es otra leccion aprendida o para aprender…
    Me apunto los consejos…

  2. Juan Carlos Monzón

    Interesante entrada. Un caso muy sonado fue el del artista Damien Hirst y sus calaveras de diamantes que al final se autocompraba para subir los precios. Sin embargo, más que este tipo de prácticas, yo creo que lo que ocurre en las subastas es que van tipos con cuentas corrientes multimillonarias que no se han hecho antes los deberes y pujan sin saber lo que tienen entre manos. Y me explico, esta mañana se vendió el lote 1165 en la subasta de Aureo. Se trata de 1/4 de maravedí acuñado en Murcia en calidad EBC- bajo el reinado de Alfonso X. Salía por 1.200 y estaba estimada en 2.000. Hoy se ha vendido por 5.500. Pues bien, esa misma pieza (otro ejemplar) salió hace tan solo 7 meses en la subasta selección de Aureo (marzo/16) por 1.100 y quedó desierta. La calidad era la misma o incluso superior. Es evidente que el que la ha comprado ahora no sabía lo que tenía entre manos y, lo que es peor, el que le contrapujaba, tampoco. Es solo un ejemplo pero casos como este hay muchos. Con el tiempo se aburren y es cuando se estrellan con la triste realidad, vendiendo las piezas a la quinta parte de lo que les costaron.

    1. Adolfo Ruiz Calleja

      Yo creo que ése es un caso diferente. Todos sabemos mil ejemplos de monedas raras que suben de precio una barbaridad sin motivo aparente porque se han picado dos pujadores por ellas.

      El problema está en si ese 1/4 maravedí rarísimo no vuelve a salir a subasta en 15 años y cuando sale hace un precio de 10.000 euros, habiéndolo comprado su anterior propietario. De esa manera es complicado detectar el engaño y establecer una estimación realista para esa moneda.
      Y… bueno, lo de que en Aureo haya monedas que acaben rematándose por el triple de lo razonable empieza a no sorprenderme.

      Saludos,
      Adolfo

      1. Juan Carlos Monzon Espiga

        No he querido decir eso. Me refiero a que no es necesario que existan autopujas para subir artificialmente el precio de un lote (que las abra, no digo que no, pero creo que es menos habitual) cuando hay coleccionistas con mucho poder adquisitivo que no tienen ni idea de lo que compran. Y el ejemplo que he puesto no es para una moneda extremadamente rara que no volverá a salir en 15 años, de hecho han salido dos en 7 meses. Y otra había salido en el 2011. Y estoy mencionando solo a Aureo, cuantas mas abran salido en las otras casas de subasta.

        1. Adolfo Ruiz Calleja

          Sí, si estamos totalmente de acuerdo en eso. Ya lo hemos comentado en muchas entradas.
          Por eso digo que no se puede uno fiar de un remate aislado. Porque una moneda se haya vendido en una subasta por 100, o porque un comerciante la tenga en su mesa y pida por ella 100, no podemos concluir que esa moneda vale 100 (¡y mucho menos que a nosotros nos pagarían 100!). Hay que mirar más remates y hay que mirar la tendencia general del mercado, no solo de esa moneda sino de la serie.

          Saludos,
          Adolfo

  3. Mirar la tendencia de una moneda es complicado. Y subjetivo…
    Recuerdo que hiciste un estudio de los 8 escudos de Santiago de 1751, una pelucona, que salia fácilmente en EBC+/SC-
    Sin embargo esas monedas tenian un ‘defecto de vano’ en el escudo que unas veces era más pronunciado y otras no. El atractivo -y el precio- de esa moneda dependía de «cuanto podia abarcar ese vano», o de ser mayor o menor, de acertar en el escudo un gran trozo significativo, o un trozo menor… y eso hacia cada moneda bastante única. Si se obviaban estos defectos podías trazar una tendencia pero a mi modo de ver, subjetivo.
    Una moneda rara que sale en calidad excelente cada 5 años tiene el precio «prácticamente» ‘marcado por el comprador’

  4. Eso que cuentas es muy típico en el mundo del arte, marchantes y especuladores acumulan obra de un autor y consiguen, a veces, controlar los precios al alza, pero creo que hay diferencias, manejan una producción limitada, de la que también pueden controlar su flujo, y tejen una red de influencias en la moda soportada por prensa especializada, diseñadores, administraciones etc., finalmente si el artista no se pliega a las exigencias del juego lo hunden en la miseria. Por contra la moneda no deja de ser una producción industrial o casi industrial (en la antigua) con billones de ejemplares producidos y muchos de ellos sin aflorar todavía y que lo hagan es producto del azar; intentar sujetar eso es como querer montar un caballo salvaje, solo es posible en unas pocas piezas en que su rareza esté bien acreditada.

    Quien juegue a eso con su dinero podría tener un revolcón de narices.

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