Quien se pasease por Zaragoza en 1892 sin duda alguna pasaría por la calle de la Independencia, donde a la altura de su cruce con la calle San Miguel encontraría una camisería. Se trataba de la camisería «Comercial Barril«, tal y como anunciaba el rótulo que presidía el establecimiento, indicando debajo «Camisería Francesa».
Ya por entonces era una camisería conocida en la ciudad y en buena parte de España. En su escaparate se podían contemplar camisas de altísima calidad, confeccionadas por Don José Barril, que era Camisero de la Casa Real, un logro extraordinario y más aún viviendo fuera de Madrid. Para entonces Don José Barril había tenido la suerte de estudiar corte de camisería en París y ya llevaba 17 años al frente del negocio zaragozano que él mismo fundó. Pero no eran solo camisas lo que se exponía en el escaparate de la calle Independencia número 10: buena parte de dicho escaparate estaba dedicado a material numismático y filatélico de primera calidad. La razón es que Don José Barril además de camisero era un gran coleccionista que había forjado una impresionante colección de moneda española, teniendo especial relevancia la colección de moneda íbera. Por sorprendente que nos parezca hoy en día, Don José Barril usaba el mismo local para vender sus camisas y para comprar y vender sus monedas.
A Don José Barril le dió Dios años para tener que quitar el letrero de «Camisería Francesa» en 1902 debido a la presencia de un destacamento alemán en Zaragoza (digamos que franceses y alemanes no se llevaban muy bien por entonces). También tuvo la oportunidad de dar estudios a su hijo Rafael Barril Figueras, quien heredó toda su colección y la amplió con otras monedas muy interesantes. Pero Don José Barril no vivió lo suficiente para ver cómo su colección se expuso en la Exposición Internacional de Barcelona de 1929; ni tuvo que sufrir cuando a su hijo lo asesinaron en una guerra fraticida; ni vio cómo sus nietas escondieron la colección donde pudieron para recuperarla después de la guerra; ni tampoco supo que parte de su colección reposa hoy en el Museo Arqueológico Nacional mientras que otra parte fue subastada a principios del siglo XXI. Menos aún se podría imaginar el bueno de Don José Barril que el año pasado fuésemos a hablar de la historia de su familia en este blog, escribiendo la que considero la entrada más bonita que ha aparecido en esta bitácora. Tampoco podría imaginarse que uno de los catálogos de monedas para vender que repartió en aquél 1892 iba a quedar olvidado en alguna biblioteca durante más de 100 años, llegase en 2015 a las manos de un lector del blog, quien se acordó de dicha entrada para ponerse en contacto con Asunción -biznieta de Don José Barril- y devolver a la familia un documento del que ellos no tenían constancia.
Aquí os podéis descargar el Catálogo de las Monedas en Venta Pertenecientes a la Colección de Don José Barril, imprimido en Zaragoza en 1892. El catálogo ha sido fotografiado y no escaneado porque los escáneres normales no leen bien la tinta antigua. Al menos se puede leer bien el catálogo aunque la presentación sea mejorable.
Este magnífico documento nos transporta al coleccionismo numismático de finales del siglo XIX. Un tiempo pretérito donde los coleccionistas serían igual de apasionados que somos nosotros pero sus formas y maneras eran totalmente diferentes.
Lo primero que nos llama la atención es la corrección del documento. Todo son buenas formas y modales, como era del gusto de los lectores a quienes se dirigía. Está claro que hace 125 años solo la clase social alta y podía aspirar a tener los medios económicos y culturales como para coleccionar monedas. También es claro que ya por entonces buscaba la salida internacional de sus monedas: Don José Barril se ofrecía a hablar en francés con sus potenciales clientes y admitía el pago por letra sobre Madrid, Barcelona, París, Londres, Viena, Hamburgo y Milán. ¡¡Daba muchas más facilidades de pago que muchos de los comerciantes actuales!!
El catálogo nos da bastantes pistas sobre la persona de Don José Barril. Lo primero es que se ve que era un hombre que había visto mundo por su dominio del francés y de las letras de pago. Indica que también tenía otra camisería en el Pasage Madoz de Barcelona y se presenta como coleccionista de moneda celta y de las colonias romanas, estando dispuesto a comprar o cambiar piezas de esa temática. En ese aspecto hay un curioso detalle y es que dice que busca «ejemplares bien conservados». Es decir, que ya por entonces un coleccionista experto se mostraba exquisito en la calidad de las monedas que adquiría. Quiero decir con esto que él no buscaba «ejemplares raros» sino «ejemplares bien conservados». También indica que de monedas celtas y provinciales romanas posee «una curiosa colección». Aquí se ve la humildad de Don José Barril: esa colección es citada por Cervera, fue expuesta en la Exposición Internacional de Barcelona y parte de ella ha acabado en el Museo Arqueológico Nacional. Así que más bien tenía una colección de quitar el hipo.
Las monedas enumeradas en el catálogo se presentan sin fotos, como es normal puesto que el coste de poner fotos sería prohibitivo en esa época. Así pues, los coleccionistas interesados tendrían que fiarse del criterio de Don José Barril. Igual que nos pasa hoy en día cuando compramos monedas sin fotos en las subastas. La enorme diferencia a mayores es que hoy en día las casas de subastas ofrecen una escala de 10 valores «normales» (desde BC hasta SC), mientras que Don José Barril solo indica la conservación en tres posibles valores: 1ª, 2ª y 3ª, añadiendo una «P» a las monedas que tienen pátina.
Esta escala de valores de conservación tan reduccionista es una muestra clarísima de que en aquellos años la conservación importaba más bien poco. Igual que hoy en día si vemos que una moneda la cataloga Martí Hervera como MBC ya nos haríamos una buena idea de su precio, en esos años con decir «1ª» ya era suficiente para estimar el valor de la pieza. Esto se debe a que por aquél entonces no había gran diferencia de precio entre lo que hoy serían un EBC- y un SC. Quien se lleve las manos a la cabeza que piense que los estadounidenses se rigen por una escala con 70 valores y no de 10.
Lo malo es que no es fácil estimar a qué conservaciones actuales se corresponden los tres valores usados por Don José Barril. Podemos ver que su onza de Luis I está catalogada como «1ª» conservación, mientras que Áureo cuando la subastó la catalogó como EBC. Pero si nos damos cuenta, la inmensa mayoría de las monedas de Felipe III para adelante están en categoría «1ª», lo que me hace sospechar que los actuales MBC+ también cayeran en dicha categoría.
Así que ya veis: los coleccionistas de finales del siglo XIX daban muy poca importancia a la conservación, pero el bueno de Don José Barril indicaba que él buscaba «ejemplares bien conservados». Sabía de lo que hablaba.
Otro aspecto curioso es la forma de estructurar el catálogo. Don José Barril sigue un principio metodológico que se echa de menos en muchas empresas actuales: estructurar sus catálogos siguiendo a los autores de referencia. En este caso los autores de referencia son Antonio Delgado para la moneda íbera, Heiss para la moneda hispano-cristiana y Cohen para la romana. Obviamente a día de hoy hay obras que transcienden las de estos autores, pero Cohen y Heiss siguen siendo referencias comunes en los estudios numismáticos. Por el contrario Antonio Delgado está hoy en día prácticamente olvidado.
Es muy curioso que las descripciones de las monedas se limitan a una referencia al catálogo correspondiente, a indicar el material del que están hechas, su calidad y alguna mínima nota. Es decir, para poder interpretar el catálogo de Don José Barril es necesario tener los catálogos de Antonio Delgado, Heiss y Cohen. ¡Pero esos catálogos costaban un pastizal por aquellas épocas! Solo hay que ver las obras que tenía en venta Don José Barril: 120 pesetas por el catálogo de Antonio Delgado (una reimpresión de 1870), 150 pesetas por el de Heiss y 200 pesetas por el de Cohen. Teniendo en cuenta que en esa época una onza de oro equivalía a 100 pesetas nos daremos cuenta de que los catálogos costaban una barbaridad. ¡Y todavía algunos se quejan a día de hoy sobre el precio de la bibliografía!
Un último aspecto que muestra este catálogo es la no profesionalización de los comerciantes numismáticos de la época. Don José Barril era un coleccionista y se presenta como tal, pero también vendía monedas y parece obvio que compararía muchas piezas con el ánimo de revenderlas. En su camisería tenía un surtido de monedas en venta que ya quisieran el 90% de los profesionales actuales, era capaz de vender en el mercado internacional, tenía contactos con los mejores coleccionistas de la época… y sin embargo no era un comerciante profesional sino un camisero. Eso sí, un Camisero de la Casa Real.
Sobre los precios de las monedas hablamos en la siguiente entrada.
Me ha gustado mucho. Siempre hablamos del aspecto histórico de las monedas pero nunca de la historia del coleccionismo y esto a mi también me resulta de gran interés. Espero con ganas la siguiente entrada.
Saludos.
Muchas gracias por la entrada Adolfo. De la colección Barril proviene el primer ejemplar de florín valenciano de Fernando II, publicado por primera vez por Botet (aunque erroneamente) y recogido ya correctamente por Mateu y Llopis en su libro de 1929.
Saludos y muchas gracias
Magnífica entrada, Adolfo!
Me encanta indagar en las biografías de los importantes coleccionistas, y aportas datos muy interesantes. Y la guinda es el catálogo!
Esto me ha recordado tu entrada anterior sobre el sr.Barril, y una pregunta que hice. Veo que recibí respuesta dos meses después, por parte de Asunción, su biznieta. Me gustaría contactar con ella dándole mi correo-e aquí mismo.
¿Tienes inconveniente?
Un saludo, y repito mi enhorabuena!
Un artículo sobresaliente, que demuestra por qué este blog numismático es el mejor en habla hispana.
Magnifico artículo y lo mejor para mi tratado con cariño y además bien documentado. Muchas gracias Adolfo, me ha gustado mucho, de verdad
Francis, si Adolfo considera conveniente puedes mandarme un email
Enhorabuena por exponer esta muy interesante historia sobre el coleccionismo y la venta de monedas a finales del siglo XIX; exactamente hace 123 años de la subasta de referencia, casi nada. Una excelente aportación sobre el interés por el coleccionismo en España de hace varias generaciones.
Me alegro mucho de que os guste, especialmente a @Asunción, sin quien esta entrada no hubiera sido posible. Creo que lo más bonito a la hora de hablar de una colección es cuando no se puede entender ésta sin entender a la familia que la forjó. Ese aspecto sentimental de haber estado esa colección en un contexto familiar durante más de 100 años y haber pasado por 4 generaciones me parece precioso. Evidencia lo bonito que es el interés de Asunción, de su madre y del resto de la familia por la colección a pesar de que ellas no participaron en ella ni tienen especial interés numismático. O el que su madre haya pasado épocas de escasez (como todo hijo de vecino en los años 40) y aun así no vendiese su parte.
@Mario, bienvenido. Me encantaría traer más testimonios de coleccionistas antiguos pero son muy complicados de encontrar. Prácticamente en todas las épocas ha habido coleccionistas de monedas pero no conozco que haya «tratados metodológicos» al respecto ni otros documentos que nos den pistas de cómo se coleccionaba en las diferentes épocas.
@Toni, efectivamente ese florín lo subastó Áureo y fue propiedad de Asunción. No aparece en la lista de monedas en venta de Don José Barril, no sé si porque no la tendría en venta o porque fuese una adquisición de su hijo.
@francis, te digo lo mismo que a Mario.
@Bernardo, muchas gracias por los halagos. Hay más blogs interesantes, pero cada cual tenemos una temática diferente. No es fácil comparar.
@Javier, ¡cuánto tiempo sin saludarte! Me alegro mucho de que te haya gustado el listado, pero no es una subasta sino una lista de venta a precio fijo.
Saludos,
Adolfo
Pues por las monedas que ilustran la entrada, no solo implica un gusto exquisito sino tambien poder adquisitivo.
560 pesetas (700- 20% descuento) los 8 escudos de Luis I… No sé el poder adquisitivo de 500 pesetas de por entonces, pero viendo lo que costaba la bibliografía, por unos cuantos tomos te comprabas una pieza de un altísimo nivel.
Bonita entrada de la historia del coleccionismo. Esta gente sí que eran unos auténticos autodidactas entusiastas.
Hombre, yo creo que el descuento sería si se compran cosas baratillas hasta llegar a las 100 pesetas. Pero seguramente hubiera margen de bajar el precio a la onza de Luis I.
Efectivamente la bibliografía era extremadamente cara.
En cuanto y cuando se vendio la onza de Luis I ??
19.500.000 pesetas
Se subastó en Aureo el 19 de diciembre de 2000. Salió a subasta por 9.000.000 pesetas y la estimación era de 20.000.000 pesetas.
Un pastizal :D
Enhorabuena Adolfo, una vez más. Gracias por dar a conocer sobre los avatares de esta colección y aspectos de la personalidad de su propietario y coleccionista, que revelan principios por los cuales muchos coleccionistas debemos regirnos
Ya era difícil salir adelante en esa época yo soy de Zaragoza me a gustado leerlo y cuando pase por hay me fijaré en el sitio que estaba la tienda.un saludo adolfo
Me ha encantado la historia. Es una pena que en España sea impensable la acumulación de un patrimonio artístico o cultural en manos privadas por mas de 1 o 2 generaciones. Me temo que en eso no hemos cambiado mucho.
Gracias por esta bonita entrada.
Bueno, no debería ser tan difícil, pero me temo que hay dos cosas (y aquí se va a abrir un melón de debate diabólico) que no lo favorece:
a) La desidia/inmovilismo que con frecuencia muestran instituciones en cuanto a gestión, divulgación etc.. de sus colecciones. Con frecuencia los conservadores (curators) de esas colecciones actúan como señores feudales de ellas, o mejor debería decir, como perros del hortelano, que ni come ni deja comer (ni investiga, ni deja que otros lo hagan con «SU» colección).
b) la otra es que el caso de esta señora que conservó con autentica devoción y discreción la colección familiar es un caso excepcional. Lo normal es que los herederos (incluso cónyuges)consideren la colección como una cosa inútil o una fuente de dinero inmediato. Es igual que sean monedas, libros antiguos o Farolas de colección de Planeta Agostini. En cuanto heredan, a pulírselo…
Hola.
Interesante artículo.
Podriamos estar hablando de un personaje un tanto autodidacta?
A su vez daba a entender que había expertos y que debian fijarse en ellos?
Estamos hablando de un estudioso del tema o de un coleccionista abispado con muy buenas formas,gran poder adquisitivo y buenos contactos.
Saludos,creo que hacen falta personajes de estos hoy dia y bien por la entrega del catálogo a su antiguo dueño o herederos.
La vida ha cambiado mucho en estos últimos 120 años. Mi abuela siempre decía que si su padre se levantase de la tumba y viese el mundo actual, se volvía al ataúd.
@Roberto Sans, es muy muy complicado que una colección quede en una familia durante más de dos generaciones. Especialmente si es una colección de cierta envergadura. La razón es fundamentalmente económica: si hablamos de colecciones que valgan millones de euros (entiendo que la colección completa de Rafael Barril superaría el millón a día de hoy) la familia tiene que tener un patrimonio suficiente como para que uno de los herederos se quede con la colección y el resto se vea compensado de otra manera. Además, el heredero que se quedase con la colección o con parte de ella (en dos generaciones ya estaría dispersa entre primos) debe sentir total «amor» por las monedas. Imagínate que a alguien de tu familia le dicen que la herencia de su padre es en un 80% una colección de monedas. Mucho las tiene que querer para conservarlas.
En cualquier caso, creo que en España (y supongo que también en más países europeos) las monedas reposan durante muchísimo tiempo en una misma colección. Aquí hay muchos coleccionistas que compran una pieza para toda la vida y la dejan en su caja fuerte hasta el día que cierran el ojo. En EEUU es muy normal que se forjen colecciones importantes y al cabo de una o dos décadas se vendan. Esto se debe a que allí tienen un concepto mucho más mercantilista de la numismática.
No obstante creo que el que los herederos generalmente vendan la colección es una buena noticia para comerciantes y coleccionistas. Si hay monedas únicas que permanecen en una colección durante 300 años estaríamos privando a 10 generaciones consecutivas de coleccionistas de tener la más mínima oportunidad de hacerse con ellas. No hay que olvidar que para que se forje una colección grande se deben haber deshecho otras colecciones grandes. El mejor ejemplo es la Colección Caballero, que hubiera sido imposible sin una guerra en España y otra en Europa.
@Oscar, mi experiencia es que los coleccionistas no se suelen comportar así. Al menos la mayoría. Me explico:
El «coleccionista inversor» generalmente va a por monedas que tengan mucho mercado y que sean de altísima calidad. Podrían ser onzas espectaculares. Pero ahí no hay mucho que estudiar: es un ejemplar muy bueno pero que tiene la misma relevancia histórica que otro que esté en peor conservación y cueste 5 veces menos. Así que esos coleccionistas, que suelen ser muy celosos con su anonimato, no importa si no nos dejan sus monedas.
El «coleccionista historiador con dinero» es el que va a por las monedas rarísimas que sí tienen una relevancia histórica porque sean únicas o estén poco estudiadas. Los coleccionistas de este perfil que yo conozco suelen estudiar en profundidad las monedas y en muchas ocasiones ellos mismos publican sus estudios. No suele ser gente que les importe que otros las estudien también.
@Angel, en esa época yo creo que todos los coleccionistas que se preciasen tendrían que ser autodidactas. Barril estaba en contacto con expertos de la época, como Cervera. Date cuenta que si hoy somos 4 gatos, en esas épocas eran 2 gatos. Y sí: era alguien con un poder adquisitivo importante. Para algo era camisero real.
Saludos,
Adolfo
Saludos,
Adolfo
Buenas tardes, hay que agredecer a coleccionistas como Barril y anteriores la conservación del patrimonio numismático, si las monedas terminan en manos de según quién, incluso hoy en día, no dejan de ser un pedazo de oro para fundir. Es verdad que las colecciones no perduran más de 2-3 generaciones en España, pero tampoco las empresas, las obras de arte o las grandes propiedades lo hacen, preguntale a un joven de hoy si prefiere una moneda del abuelo o un Iphone 6.
Que interesante articulo. Con 5 pesetas una familia humilde de la época con varios miembros pasaba holgadamente la semana. Para comprar el catalogo de Cohen tenían que desembolsar cuatro monedas de 25 pesetas de oro. O partir de 1897, dos monedas de 100 pesetas de oro. Sin duda el coleccionismo era solo para la gente acaudalada. Pero gracias a ellos como dice Jaume, se pudieron conservar y tratar como es debido muchísimas monedas que a buen seguro sin aquella gente, mas de una no hubiera llegado a nuestros días. Un saludo.
Hasta 2013 la antigua Camisería Barril permaneció abierta. Ha sido esta crisis la que obligó a su propietario a echar el cierre.
Aquí os dejo un enlace acerca de ello: http://modestino.blogspot.com.es/2013/04/barril-que-disgusto.html
@Jaume, tienes mucha razón: nada permanece en la misma familia para siempre. Eso es algo que está muy bien porque permite que las capas sociales sean permeables. Si todos los hijos de los ricos supieran administrar con inteligencia el patrimonio heredado mucho me temo que iba a ser complicado que alguien más pudiera aspirar a tener un capital importante.
@Illicitano, efectivamente en esas épocas el coleccionismo era para gente de mucho dinero. Los precios de la bibliografía son para mí los más sorprendentes: el Heiss costaba lo equivalente a 2 onzas de oro (unos 2.000 euros aprox.) o el equivalente a 74 días de trabajo con el sueldo medio ( según esto a 2,7 pesetas diarias: http://www.20minutos.es/noticia/424507/0/premio/estadistica/granada/ ), que sería el equivalente actual de 7.300 euros aproximadamente. Si tenemos en cuenta que en esas épocas no sobraba nada podemos ver que comprar el Heiss sería una inversión equivalente a adquirir a día de hoy un automóvil.
@Gustavo, muchas gracias por el enlace. No lo conocía.
Saludos,
Adolfo
Buena entrada, una de mis favoritas. Respecto a las equivalencias, pues decir que no hay que confundirse comparando salarios medios aunque probablemente sea lo mejor de lo que disponemos para poder hacernos una idea. El problema estriba en que con un salario medio de la epoca aquella gente vivia en una casucha de adobe sin electricidad ni agua canalizada, se alimentaban de potaje con poca chicha, tenian una muda de ropa y el medico lo veian cuando estaban a la muerte. A dia de hoy con con 200 euros al mes tambien podriamos vivir en esas mismas condiciones y con un salario de 1800€ se tienen muchas mas cosas que con el salario medio de la epoca.
Respecto a lo de que ahora somos 4 coleccionistas y antes 2 pues no lo tengo claro, aunque somos mas españolitos que antes y el nivel economico es mejor en general creo que antes de cada 10 ricos pues quizas 3 coleccionaban monedas, ahora quizas sean 3 de cada mil ricos.
Todo esto, Adolfo, por llevarte un poco la contraria y animar al debate. Jeje.
Excelente entrada, espero ansioso la segunda parte.
Un saludo.
Efectivamente las comparaciones son muy complicadas y el salario medio quizá no sea un buen parámetro porque la gente vivía de manera muy humilde en aquella época. Lo que quiero decir es que el esfuerzo que había que realizar para comprar los libros era muy importante.
Lo de los coleccionistas, no lo sé. Por un lado hoy en día hay más población, por lo que en principio hay más coleccionistas. Pero es cierto que en aquellos años estaba mejor visto entre la clase social alta poseer bienes arqueológicos, cosa que hoy no. Hoy la inmensa mayoría de los coleccionistas somos «populacho». El aumento del nivel de vida de la clase media es lo que ha permitido esa «democratización» del coleccionismo. El que los millonarios no se fijen tanto en las monedas lo que permite es que los precios no se disparen de manera increíble y la clase media nos podamos hacer con alguna moneda rara de vez en cuando.
Saludos,
Adolfo
Hola a todos: un artículo muy bonito. Los comentarios también tienen mucho atractivo. El catálogo, sin duda, constituye una fuente histórica de gran valor. Nos da múltiples datos y nos ha abierto abundantes temas para la reflexión…incluido éste último: la extracción social de los coleccionistas.
Me da la impresión de que, hoy día, las clases altas españolas no se interesan tanto por las monedas antiguas (aunque alguien comprará las piezas caras de las subastas, ¿o son ricos extranjeros?). Y, al mismo tiempo, vemos como la numismática cautiva a tipos populares de lo más variopinto…basta darse una vuelta por las convenciones o mercadillo.
No veo criticable que los herederos vendan las colecciones, yo también lo haría si la colección valiese un millón de euros, me quedaría con unos cuantos ejemplares que me gustaran mucho y no fueran muy caros, y el resto a subasta. Se me ocurren muchas cosas que hacer con un millón de euros, y no es precisamente tener una colección de monedas en el banco.
Yo lo que he heredado se ha quedado en mi colección, pero claro, hablo de monedas humildes cuya venta no me solucionarían la vida, y por lo tanto las guardo con cariño. Pero con un millón de euros…. uf la de cosas que haría….
Lo primero….. ummm…. COMPRARME UN 8 REALES FELIPE V SEVILLA 1728, jajajajaja.
Extraordinaria entrada. Adolfo, mi enhorabuena de nuevo.
Y si yo tuviera una colección de un millón de euros es porque tendría otro millón en el banco. Y si la heredara y digamos que no tuviera otro millón en el banco la vendería, seguramente quedándome con alguna pieza de recuerdo.
Mi colección no vale mucho. en todo caso hay alguna moneda de mi padre y otra de mi abuelo que intentaré no vender nunca, por muy duras que vengan.
Una entrada muy interesante e instructiva. Creo que es muy importante reivindicar la figura del coleccionista como elemento esencial en la conservación y difusión del patrimonio histórico-artístico, en un momento en el que desgraciadamente las autoridades y las leyes tienden a considerarnos desde la desconfianza como presuntos expoliadores y defraudadores, con normas y actuaciones cada vez más restrictivas, onerosas e intervencionistas. Por supuesto que se necesitan normas estrictas y una actividad decidida de las administraciones públicas en lo que respecta a la protección del patrimonio histórico-artístico, pero creo que es un gran error ver a los coleccionistas como elementos potencialmente peligrosos a los que vigilar de cerca, en vez de vernos como aliados a la hora de combatir las malas prácticas de todo tipo que somos los primeros en reprobar y denunciar. Quizá sea el momento de comenzar a reclamar una “Ley del coleccionismo” que unifique y clarifique el régimen jurídico y fiscal de nuestras actividades y haga una apuesta decidida por la colaboración y el diálogo entre los coleccionistas y las administraciones públicas, regulando el sector con transparencia y de forma que se tengan en cuenta con realismo sus necesidades y prácticas habituales. Nosotros no hacemos daño al patrimonio, lo protegemos y lo ponemos en valor. Como José Barril y su familia.
Un saludo.
Hola Adolfo,
Me ha gustado mucho este nuevo artículo que además desconocíamos.
Solo quería hacer una puntualización. La Camisería de la calle Madoz era de su hermano Ramón, ya que casi todos los hermanos (eran 7) se dedicaron a la misma profesión.
No sé si se ha comentado en alguna ocasión, pero un hijo de José Barril, Emilio Barril, que murió con 23 años, se dedicaba también a la numismática y participó en un congreso de Numismática que se realizó en Zaragoza en 1908.
Mi madre, que también era de Zaragoza, me comentó en ocasiones, que ya su abuelo, ser reunía en la trastienda de la Camisería, ya que también tenía la misma aficción sobre las monedas.
Hola Cármen.
Me alegro de que te haya gustado la entrada y de que proporciones más información al respecto de tu familia. Es impresionante que una familia entera estuviese tan volcada en la numismática hace más de 100 años.
Un saludo,
Adolfo
Hola a todos: ¡Enhorabuena por los cambios del blog! Me gustan. También el logotipo. Entre otros motivos, porque me parece que tiene sentido del humor. Aquí, en España, uno de las principales motivaciones por la que hacemos las cosas es porque nos “da la real gana». Todos somos un poco reyes.
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