La salsa de la colección

El otro día Juan Carlos dejó un excelente comentario en el blog que reproduzco aquí por lo interesante del mismo. Vaya por delante que a Juan Carlos le conozco personalmente y sé que es un coleccionista muy experto, con más de 30 años de colección a sus espaldas. De esos de quienes se puede aprender mucho.

 

En relación a las variantes quería comentar que a mí si que me atraen especialmente. Me da igual si están catalogadas o no. Es un verdadero placer encontrarlas y son las que le dan salsa a la colección. Por ejemplo, una colección del Centenario sin variantes es lo más aburrido que hay. Es como mirar un catálogo o un libro que hemos leido miles de veces sin ningún interés añadido. Sin embargo, una colección con múltiples variantes, algunas más destacadas y otras menos, dan mucho que comentar cuando se enseña la colección. Otra cosa, por supuesto, es su valor crematorio. Hay variantes que multiplican muchas veces el valor de la pieza tipo y, otras que, prácticamente valen lo mismo. Como siempre influye la demanda y lo conocida que sea esa variante, así como la conservación de la misma. No se trata de meter variantes a cualquier precio sino de conseguirlas en la mejor conservación posible. Las variantes dan una exclusividad que no se consigue con otras piezas.

Lógicamente, son más difíciles las variantes desde que se empezó con la acuñación mecánica (Revolución Industrial) ya que los diferentes troqueles se acuñan a partir de una matriz que hace que sean todos idénticos. Sin embargo, la acuñación masiva de piezas en un proceso industrial hace inevitable que aparezcan pequeños errores que, muchas veces, se convierten en variantes (por ejemplo, utilizar un cuño del año anterior para acuñar el año siguiente rectificando la fecha, como la serie de 1882 sobre 1881 que nos aportó la peseta, las dos pesetas, el duro y las 25 pesetas, todas rectificadas sobre 1881, e incluso, más tardíos los 50 céntimos de 1885, acuñados también sobre 1881) o la serie de 1904 con el cero partido (en los 2 céntimos y la peseta) que no es más que una rotura de cuño. Y como esas, muchísimas más que amplían enormemente el campo de colección (sobreensayadores, bases de columnas, con o sin punto, orejas rayadas, etc., etc.). Si a esto añadimos los errores de acuñación (desplazamientos, reacuñaciones, cuños doblados, sin agujero donde debería haberlo, etc.) os aseguro que la colección que la colección va cogiendo un colorido de lo más pintoresco. El límite lo pone el coleccionista. Yo tampoco estoy de acuerdo con ínfimas diferencias microscópicas, como ocurrió más tarde con las monedas de Juan Carlos I, defectos difícilmente apreciables que me parecen una pérdida de tiempo. Pero dentro de la lógica y con criterio, las variantes alegran la colección y la vista.

He puesto el ejemplo del Centenario, pero también es aplicable a cualquier época. El problema es que, cuanto más atrás nos vamos, más variantes hay debido al propio proceso de acuñación. Al final, nos tendríamos que quedar con todas las monedas que cayeran en nuestras manos, porque todas tienen alguna pequeña o gran diferencia. Lo difícil es conseguir dos exactamente iguales y en ese momento nos planteamos, incluso, si serán clones. Ahí vuelve a intervenir el buen criterio del coleccionista que decidirá si quiere coleccionar variantes de diseño, de adornos, de leyenda, etc. Y por supuesto, esas variantes volverán a alegrar la colección y la vista.

Sobre el tema de las variantes ya hemos hablado mucho estas últimas semanas, pues dediqué una entrada a la extraña variante que subastó Martí Hervera -y que finalmente remató en 400 euros- y otra a una discusión más general sobre las variantes. Sobre este punto solo quiero incidir en la opinión de un coleccionista experto que considera muy interesantes las variantes de El Centenario como una forma de dar «salsa» a la colección; está bien decirlo en alto porque muchos se creen que las variantes no son más que pequeños entretenimientos en los que no se fijan los «coleccionistas de verdad«.

Pero lo que quería recalcar en esta entrada es la idea de «buscar la salsa» en una colección.

Lo típico cuando un coleccionista comienza es adquirir un catálogo e ir completando las monedas que aparezcan en el mismo, ya sean euros, monedas de Juan Carlos I, del Centenario o de cualquier otra época. Generalmente son moneda accesibles y baratas puesto que el entretenimiento está en irlas comprando e ir «rellenando huecos». Al cabo de un tiempo prudente el coleccionista lucirá todo orgulloso una colección de euros o de Juan Carlos I en SC, o una colección de El Centenario en calidades medias-bajas. Si se lo comenta a sus amigos todos le tendrán por un gran coleccionista, pero si se lo comenta a un coleccionista experimentado le dejará frío, pues tal colección no le despertará ni el más mínimo interés. Esto no significa que el experto vaya a menospreciar al coleccionista ya-no-tan-novato. Simplemente es que él seguramente haya hecho una colección semejante 10 años antes y para entonces haya visto 25 como ésa. Será la vigesimosexta. El vigesimosexto coleccionista que ha seguido un camino trazado por otros. Un camino que él mismo siguió, que disfrutó de él, que aprendió con él y que le sirvió para introducirse en el coleccionismo. Pero que hace ya muchos años que no considera un mérito acabarlo, sino más bien el final de una etapa en la que empieza el coleccionismo más interesante: ése en el que la colección refleja las inquietudes del coleccionista. Ése en el que la colección solo puede entenderse si se entiende al coleccionista y al coleccionista solo se le puede entender si se entiende su colección.

Seguramente muchos de los que me lean se sientan identificados con estas palabras, pues ellos mismos ya acabaron ese primer camino. Los más novicios quizá todavía lo estén recorriendo y seguramente haya algunos que se encuentren en el punto de haber acabado la colección inicial y piensan eso de: ¿y ahora qué? ¿cómo pongo la salsa?

Lo primero es que esa salsa no se pone con dinero. No es cuestión de eso, ya lo hemos dicho muchas veces. Igual de frío me va a dejar una colección de El Centenario en calidades medias-altas que una colección de onzas «al tun tun». La primera es una colección que la he hecho, la segunda no, pero me veo plenamente capaz de hacerla si tuviese dinero. El mérito sería como ahorrador, no como coleccionista.

Lo segundo es que esa salsa debe ser interesante para el coleccionista pero también para el resto de aficionados, o al menos para un subconjunto del mismo. Si la colección no interesa más que al coleccionista lo más normal es que se deba a que la colección no es interesante pero el coleccionista es un friki. Quien quiera inspeccionar esos caminos introspectivos y sacar sus rarezas a florecer tiene todos mis respetos, pero que luego no se queje si su colección no despierta el interés de nadie (ejemplo). Por supuesto que hay contraejemplos donde un coleccionista comienza una colección que no le interesa más que a él y luego acaba siendo ultra-admirado (es lo que le pasó a Turró con los billetes locales de la Guerra Civil), pero casos como éstos se pueden contar con los dedos de una mano.

Lo tercero es que estoy 100% de acuerdo con Juan Carlos en que el criterio del coleccionista es crucial a la hora de montar una colección interesante. Por eso mismo es necesario un periodo de aprendizaje anterior que permita al coleccionista adquirir dicho criterio. En caso contrario lo normal es que se busque montar una colección interesante a base de talonario y eso suele acabar mal.

Justamente ese criterio del coleccionista es lo que hace que esa salsa me guste tanto. Digamos que es la que personaliza la colección. La que indica por qué esa colección la ha forjado ese coleccionista y no otro. Una colección de El Centenario en calidades medias-altas la puede haber hecho cualquiera. ¿Por qué? ¡Pues porque no tiene ninguna salsa! Pero claro, ya hemos dicho antes que ese criterio debería ser interesante también para la comunidad de coleccionistas. Por eso es muy bueno comentar nuestras ideas o nuestras decisiones con otros más expertos que nosotros. Quizá no sea la mejor pregunta para poner en un foro porque de cada diez que opinen no habrá más de dos que sepan lo que están diciendo. Esa es la mejor pregunta para realizar a los mentores, a otros coleccionistas con quienes tengamos confianza o a los comerciantes a quienes compremos habitualmente (si no saben responderla, malo).

Para dar ideas, a mí personalmente hay muchos tipos de colecciones que me pueden llamar la atención. Enumero aquí algunos de los motivos y pongo ejemplos de colecciones que me sorprenderían. Como veis, muchas de esas colecciones son asequibles para la clase media española.

Coleccionar series poco comunes: una colección de pellofas; una colección de florines (no solo de la Corona de Aragón); una colección de monedas de Bactria; una colección de monedas de Alejandría… muchos se pueden permitir algo así.

Profundizar mucho en una serie conocida: completar la colección de El Centenario de la Peseta (incluyendo las 100 pesetas de 1870, las de Amadeo, las 25 pesetas de 1881 sin barba, variantes, rarezas de la Guerra Civil y demás), como la Hispania; presentar, como hizo Cayón, una colección de más de 100 duros y 13 cincuentines segovianos; tener una moneda de cada emperador y usurpador romano en calidades altas… Está visto que esto no está al alcance de muchos bolsillos.

Profundizar más allá de lo conocido de una serie: una colección de blancas del siglo XVI con infinitud de variantes explicadas; una colección de moneda handusí… estos dos ejemplos son colecciones muy asequibles.

Coleccionar ejemplares muy selectos: una colección de duros de el mundo en altísimas calidades; una colección de medios escudos en EBC+ o mejores; una colección de monedas romanas extraordinarias, como la Imagines Imperatorvm; una colección de cobres como los que tiene la Isabel de Trastámara… quizá haya muchos bolsillos que tampoco puedan permitírselo.

Coleccionar temáticas muy particulares: una colección de platas medievales de toda Europa; una colección de monedas que representen el gorro frigio; una colección que muestre los avances técnicos en los procesos de acuñación de monedas (fijaos que esta colección tendría muchísimas conmemorativas actuales y me parecería muy interesante)… aquí se pueden buscar temáticas para todos los bolsillos.

Hacerse con monedas que muestren los conocimientos históricos y numismáticos del coleccionista: tenemos la suerte de poder monedar un museo de historia universal en nuestra casa. Lo difícil no es hacerse con las monedas, sino saber extraer de ellas todo el jugo que nos ofrecen. Quienes lo hacen merecen todos mis aplausos, por barata y humilde que sea su colección.

Las monedas que ilustran la entrada son dos piezas subastadas por Martí Hervera y Soler y Llach en su última subasta. Se tratan de un rarísimo dinero de Barcelona de Luis el Piadoso rematado en 8.600 euros y un interesante dinero de Alfonso I del Condado de Provenza rematado en 130 euros.

11 comentarios en “La salsa de la colección”

  1. Coincido en que es muy bueno tener un criterio propio, original, no encorsetado por manuales ajenos. Así se disfruta mucho de tu colección.

    Mi criterio es sencillo, fácil de completar, y para todos los bolsillos. 60 monedas que representen la amonedación hispana.

    Es todo lo fácil o difícil que quieras hacerla, porque tengo un hueco de una o dos monedas por cada reinado, luego me gusta estudiar mucho la amonedación en cada época para quedarme con la mejor según mi criterio.

    Ya cada uno tendrá su propio criterio para determinar cuáles son las mejores monedas de cada reinado o época, la más representativa, la más común, la más bella estéticamente…

    Entiendo que es bueno poner un límite de monedas, porque el proceso de cribado para seleccionar la pieza que entra en la colección es más exigente, lo que te obliga a estudiar mucho.

    Por supuesto que tiene un problema, la falta de especialización, y eso es un problema, sin duda. Es posible que si me centrara en monedas de 8 reales acuñados en Sevilla en tiempo de los Felipes (II, III, IV y V) tendría una colección más interesante. Bueno, quién sabe, igual evoluciono hacia esa dirección. Al final el coleccionismo es eso, una continua evolución, que queda un poco trabada por la dificultad y pérdida de dinero en el proceso de la compraventa.

    Una bandejita de 20 piezas selectas (y sólo 20) de 8 reales desde 1566 a 1736 en Sevilla sería una bonita colección… se me hace la boca agua con sólo pensarlo, jajaja.

  2. JUAN CARLOS MONZÓN ESPIGA

    Buenos días, Adolfo. Me enorgullece que hayas sacado una entrada de mi comentario. Nos conocemos hace años y sabes que la admiración es mutua. Pero casi me alegra más que, por una vez, estemos al 100% de acuerdo. ¡Y ya sabes lo difícil que es eso!.
    Saludos,
    Juan Carlos.

  3. Voy a exponer mi opinión como simple «juntamonedas», que no coleccionista. Yo entiendo el coleccionismo como el afán por reunir monedas que tengan en común una o varias características importantes (mismo valor, mismo periodo, misma serie, misma temática, etc.) y que tiene una meta, una fecha de caducidad, por lo que yo no encajo en ese movimiento.
    Lo mismo compro un tremis de Suintila, que un duro del Ingenio, que un real de Enrique II… para reunir una cantidad de dinero que me permita comprar una moneda que me guste tardo varios (a veces incluso muchos) meses y esa «bala» me cuido mucho de que dé en el blanco. No me motiva en absoluto completar una colección porque en ella habría monedas, a la fuerza, que no me gustarían y sólo las compraría para poder acabar la serie.
    Tengo muy pocas monedas, no aspiro a tener un enorme mueble repleto de bandejas. Veo esto con romanticismo y desde mi particular punto de vista artístico.

  4. A mi personalmente siempre me han tirado los Reyes Católicos, nunca me canso de tratar con este tipo de monedas y de examinarlas con sumo detenimiento, tanto me apasiona que en algunas ocasiones he llegado a comprar incluso algunas falsificaciones para someterlas a estudio, para mi tienen algo especial.

    Después todo lo que huele a mi tierra me atrae fuertemente, Sacerdos, Ivulia, Gades, Carteia, Ipvci… sin olvidarme nunca de mi Cerit, todas estas piezas siempre me las suele conseguir un profesional numismático de Sevilla en el que confío ciegamente, ya de este tipo de piezas desgraciadamente puedes encontrarte con muchas falsificaciones.

    Y por último Sevilla, por cercanía también, en este aspecto tengo un poco de suerte pues las emisiones de Reyes Católicos de Sevilla siempre suelen ser las mas baratas.

    Saludos!

  5. Hola a todos: salen muchas ideas en esta entrada. Especialmente, me parece que las sugerencias para iniciar una colección son muy motivadoras.
    Sin embargo, todas las monedas pueden ser interesantes, aunque sea a unos pocos. Solo falta que a una persona le interese esa pieza o esa serie numismática.

  6. Perdonad por haber tardado tanto en escribir, pero vuelvo a estar fuera de casa. Ya se sabe…

    @Lanzarote, tu colección es el claro ejemplo de una colección que se centra en los conocimientos del coleccionista.
    Yo puestos a coleccionar duros de Sevilla tiraría hasta Isabel II ¿por qué no?

    @Yeray, no veo muy clara esa distinción tuya entre «juntamonedas» y «coleccionistas». Yo no creo que la diferencia entre ambos tipos sea que el segundo se centra en una serie determinada y el primero no. Yo creo que un coleccionista es tal cuando las monedas que adquiere tienen cierta coherencia. Vamos, que no compra monedas «al tun tun», sino que sabe lo que compra y se preocupa por entender lo que hay detrás de cada moneda.
    ¿No será que tú eres un coleccionista «tipo Lanzarote»?

    @Rubén, a mí los Reyes Católicos no me han llamado nunca la atención especialmente, aunque reconozco que tienen muchísimos seguidores. Lo de coleccionar monedas de la tierra es muy normal, casi siempre hay un punto nacionalista o regionalista en los gustos del coleccionista.

    @Pedro, todas las monedas pueden ser interesantes, pero hay que hacerlas interesantes. Por ejemplo, si alguien me enseña una moneda conmemorativa de la ceca de Perth, pues en principio no me va a resultar interesante. Ahora bien, si resulta que me la enseña junto con otras y ésa la usa como ejemplo para mostrar un avance tecnológico en las acuñaciones… entonces sí me resultará interesante.

    Saludos,
    Adolfo

    1. La única similitud que hay entre mi criterio a la hora de comprar una moneda y el de Lanzarote es que ambos adquirimos piezas acuñadas en lo que ahora es España o que en su momento fue España (la Hispania romana, reinos visigodos, reinos cristianos, etc.) pero yo acoto más y voy desde visigodos hasta Carlos III. La diferencia básica es que él se marca un objetivo: representar la historia de España sin dejar representación vacante. Lanzarote, por lo que te he leído siempre pienso que así es como enfocas tu colección, corrígeme si me equivoco.
      Precisamente el tener un objetivo es lo que yo considero primordial para que algo sea llamado colección, yo no tengo ninguno. Naturalmente es mi punto de vista personal.

      1. En común tenemos muchas cosas, pero sobre todo el hecho de estudiar mucho qué pieza vamos a incorporar. Tenemos pocas balas que gastar, y un gusto cada vez más caro, jejeje.
        Sí, la diferencia es que yo tengo un puntito de completista, y tú no. Yo todavía no me he curado de la más común de las enfermedades de un coleccionista completista, el horror vacui.

  7. Siento disentir pero para mi cada moneda puede ser un todo en si misma sin necesidad de ir acompañada de otras con las que guarde una relacion X mas allá de ser también monedas.

    Si me evoca algo y esta en precio se viene para casa y me da igual si es un thaler, un solido o una britannia.

    Raro que es uno.

    Un saludo.

    1. Sí, estoy de acuerdo contigo. En mi opinión no tiene por qué haber una «teleología» en una colección. Un coleccionista de arte puede adquirir media docena de cuadros en su vida de diferentes autores, más tres o cuatro esculturas y 30 libros ilustrados. Por las mismas una colección de monedas puede tener las formas más diversas y puede estar compuesta de piezas sin ninguna relación aparente.

      Simplemente es mi opinión, no pretendo ser normativo.

      Saludos desde San Petersburgo,
      Adolfo

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