Vendiendo lotes de monedas

Cuando estaba en mis «diecis» me iba los veranos a Dublín para aprender inglés. Uno de esos veranos estuve trabajando en la frutería de un supermercado cobrando como inmigrante que era, e ilegal que trabajaba. Una de las cosas que más me sorprendía era la estúpida política de complacer a cualquier cliente, lo que muchas veces se traducía en tirar a la basura enormes cantidades de comida que estaba en perfecto estado. Por ejemplo, se vendían racimos de uvas a unas 4 libras el kilo. La mayoría de los clientes cogía un racimo, lo metía en una bolsa y entendía que eso costaba a 4 libras por cada kilo. Pero había algunos que cogían una bolsa y metían en ella las mejores uvas de cada racimo, pagando el mismo precio por kilo que quien compraba racimos enteros. Después iba yo y tiraba a la basura todos los racimos de los que esos clientes jeta había cogido uvas.

Yo simplemente seguía las estúpidas órdenes de los jefes, pero me parecía totalmente injusto: si las uvas están a 4 libras el kilo se entiende que hay que comprar racimos, incluyendo las uvas buenas, las no tan buenas y el rampojo. Si se compran uvas selectas en vez de a 4 libras habría que pagarlas a 20.

Cuento esta historia para que se entienda uno de los problemas que más suelen darse al vender lotes: hay quienes quieren comprar las uvas selectas a precio de lote y dejar que las uvas malas y el rampojo se lo quede el vendedor. Voy a ilustrarlo con tres historias que me ha contado Enrique.

Una vez fue Enrique al mercadillo con un lote de 50 blancas castellanas muy bonitas, vendiendo el lote a 5 euros la pieza. Uno de los vendedores le dijo que sí que le interesaba, cogió las hojas y al verlas dijo: «bueno, las compro, pero todas no porque son muchas y con esto de la crisis hay que pensarse mucho antes de soltar dinero». No esperó a la respuesta de Enrique, simplemente se puso a mirar las monedas e iba seleccionando aquéllas que le gustaban. Una, otra, otra más… en total seleccionó 15, que daba la casualidad que eran las 15 mejores.

«Bueno, pues 75 euros, aquí los tienes», le dijo cuando acabó de seleccionar. A lo que Enrique contestó cortesmente que aquellas monedas no se las daba por menos de 150 euros y que si las quería a 5 euros la pieza entonces tendría que ser Enrique quien seleccionase las blancas que se llevaba. El vendedor sabía que Enrique tenía razón y, viéndose perdido delante de otros clientes actuó como hacen las ratas cuando se ven acorraladas: violentamente. Le dijo a grito pelado que aquellas monedas eran una mierda y que si se las estaba comprando era por hacerle un favor. Enrique, que ya tiene el percal conocido, no dijo más y se marchó de allí con una media sonrisa.

Para que evitar situaciones como la anterior, que no dejan de ser incómodas, Enrique empezó a ofrecer los lotes de manera diferente. Concretamente, tenía 10 monedas de 1 peseta de 1963 (19-67) en calidad sin circular, que suelen tener calidad de acuñación muy variable y generalmente floja (su precio varía con la calidad de la acuñación). Las ordenó y se las ofreció a un comerciante diciéndole: «Si quieres menos de 3 a 30 euros la pieza; si quieres menos de 5 a 25 euros la pieza; si te quedas con todas a 18 euros la pieza». El comerciante miró el lote y le dijo que se quedaba con todas, soltando al momento 180 euretes que Enrique se llevó a su casa.

Al domingo siguiente, en el mismo mercadillo, el comerciante le llamó a Enrique y le dijo que mirándolas con detenimiento no le gustaban todas las monedas que le había vendido y que de las 10 monedas no estaba conforme con 5, pidiéndole que le devuelva el dinero de ellas. ¡Mírale qué listo! Ahora resulta que compra buenas y malas mezcladas a buen precio y solo devuelve las malas para intentar quedarse con las buenas a precio de chollo.

Esta lección de que no se puede vender las mejores monedas de un lote por la media del precio del lote la conocía Enrique pero no su vecina Matilde. Esta mujer llegó no hace mucho a casa de Enrique porque tenía «unas monedas valiosísimas que eran de su abuela». Como tantos tesoros que se encuentran y que se guardan generación tras generación, resultaron no valer casi nada. Eran 40 monedas de 2 pesetas en conservaciones más que corrientes y Enrique le ofreció 280 euros por todas, a 7 euros la pieza. Los cálculos de Enrique fueron sencillos: había un par de piezas de 1892 curiosillas que se podrían vender por unos 40 euros cada una, del resto se sacarían los 280 euros puestos. Basta que era una vecina con la que se llevaba más o menos bien para hacerla una buena oferta, dejándole a él un margen mínimo de beneficio por su trabajo.

Pero Matilde no estaba de acuerdo con la tasación de su tesoro particular. Salió de casa de Enrique totalmente indignada, llamándole ladrón y mentiroso. Algo que es tristemente normal.

Al cabo de unos días vuelven a tocar a la puerta de Enrique. Resulta que era Matilde, quien sin decirle ni hola le salta: «De las 40 monedas que tenía me quedan 38, te las dejo a 7 euros la pieza». Cuando Enrique se acabó de reir le dijo que fuese a quien le hubiese comprado las dos monedas buenas que tenía para que le comprase al mismo precio todas las demás.

Lo que había pasado era evidente: Matilde se había ido a preguntar a los comerciantes de la ciudad hasta acabar de convencerse de que nadie le pagaría más del peso de la plata para fundir. Pero uno de esos comerciantes le hizo como en el primer caso y le consiguió sacar las dos únicas piezas que merecían la pena, seguramente a no más de 7 euros cada una.

Las fotos que ilustran la entrada  son un morabetino de Alfonso VIII, dos pequeñas placas de oro nazaríes muy raras (en la descripción dicen que no se sabe para qué sirvieron, pero seguramente fuesen talismanes y no monedas), y dos dínares de la dinastía Aghlabid, de Mohammed I y de Mohammed II respectivamente. Salen a subasta en Baldwin el próximo 17 de julio, dentro de una interesante colección de moneda islámica.

10 comentarios en “Vendiendo lotes de monedas”

  1. A mi me pasa a menudo y no sé si a la vecina de Enrique le pasó lo mismo y es que los lotes sólo generan confusión.

    Cuando se vende un lote entiendo que se hace una especie de media ponderada teniendo en cuenta que hay (o puede haber) alguna pieza valiosa y el resto no nos parece interesante. Pero digo yo ¿y para qué quiero yo como comprador la calderilla? Si la vecina de Enrique ve que Enrique le ofrece 280€ por 40 monedas puede que se sienta estafada, por su ignorancia, pero ¿por qué Enrique no le compra sólo las 2 que quiere? Su vecina, vería que le han comprado dos monedas por un precio considerable (y no por sólo 7 euros la pieza). Todos ganan.

    Veo un contrasentido incluir más piezas en la transacción (normalmente indeseadas) y hacer un precio medio. Que cada uno compre y venda las piezas que quiera y a su justo precio. Imagino que Enrique no lo haría así para no darle pistas a la vecina y acabe haciendo una tasación gratis, como hemos hablado en este blog alguna vez, pero no sé veo otras opciones.

  2. Comprar un lote no es como comprar monedas sueltas, eso está claro. En un lote pillas dos monedas que te interesan junto con otras 30 que no las quieres para nada. A cambio se adquiren más baratas.

    Digamos que cuando un vendedor quiere vender un lote lo que tiene es unas monedas y un problema (¿a quién le vende todas esas monedas?). Vendiendo el lote entero el que lo compra adquiere las monedas y el problema, porque se quedará con algunas piezas y tendrá que buscar a coleccionistas que les interesen las demás. Pero es justamente por eso por lo que se compran más baratas.

    En el caso de la vecina de Enrique, ese perfil de personas lo único que buscan es una tasación. No tienen ningún interés en vender las piezas a Enrique. Ya hemos hablado de ello mucho en el blog. Da igual que le hubiese ofrecido 100 euros por cada pieza, ella se hubiese marchado igual de indignada.

    saludos,
    Adolfo

  3. Esta historias de Enrique me recuerdan una historia que contaba mi abuela hace muchos años; ella vendia huevos y un día le llego una señora muy bien vestida a la que no conocía y le dijo que estaba buscando huevos de gallina negra pues, un problema de enfermedad solo podía tomar de esos. Mi abuela se sorprendio bastante y le dijo que ella no sabía distinguir los que eran de gallina blanca o negra, pero la buena señora le contesto que no se preocupara, que ella por su enfermedad, había tenido que aprender a distinguirlos y se fue al cesto de los huevos y después de mucho rebuscar se fue con su docena muy contenta de haber encontrado huevos de gallina negra tan necesario para su «enfermedad».
    La buena señora volvio varia veces, pero a la que hacía tres mi abuela le comento, que ya no tenía que preocuparse en buscarlos ella en el cesto, que se los tenía preparados en una bolsita, solo que «ERAN UN POCO MAS CAROS». Me imagino que a estas alturas ya habreís pillado por donde iba la buena señora que utilizaba su buen aspecto y la escusa de la enfermedad para llevarse los huevos más gordos del cesto por el mismo precio.
    En el fondo siempre ha sido igual, gente que quiere pasarse de lista a base de dejar por tonto al que tiene al lado. Por que de los tres casos que has contado no me creo que, en ninguno de ellos, el otro fuera tan «tonto» como para no darse cuenta de las condiciones de la compra-venta.

  4. Muy bueno, muy bueno el presente foro. Sabiduria como la vida misma. Yo, como bisoño coleccionista, puede que esté algo perdido en cuanto a la valoracion de monedas por su estado de conservacion, incluso por su rareza, aunque esto último es mas facil de detectar leyendo tratados e ilustrandose sobre dichas piezas. La cuestión es que desde la perspectiva del mercader profesional la tasacion debe de ser interesada para poder darle salida al producto, pero hay que tener en cuenta , por lo menos condescendientemente, la vision del que vende, pues puede ser cierto el valor sentimental de su pequeño tesoro, lo cual hace tambien de camino que en su conjunto las monedas no inunden el mercado en demasia y mantengan cierto valor, creo yo. Yendo al grano, como dirian en mi pueblo, si todas esas monedas que según vosotros no valen más que su valor en metal para fundir, ¿porqué no desaparecen del mercado y van a parar al crisol de un platero, y de una vez se va reduciendo el monto?, creo que todos ganariamos, pues las que queden (imagino que las ciertamente valiosas), verian revalorizarse su precio y poco a poco quedarían las verdaderamente interesantes para coleccion. No se, tengo mucha confusion, pero me dá la sensacion de que tan necesarias son las de saldo como las seleccionadas, de lo contrario, coleccionistas de poca monta, como yo, no podriamos acceder a ciertas monedas, lo que por otro lado, ya me gustaria a mi encontrar monedas de 2 pesetas del centenario a 7 €. Solo es una opinión, salvo mejor criterio. Equus.

    1. Yo el último lote de monedas de 2 pesetas que vendí a un colega fueron a 7 euros/pieza….

      En cuanto a las monedas de plata que se funden, para que te hagas una idea cuando el Banco de España recogió los duros de plata solo adquirió el 40% de los emitidos. Es decir, que se quedaron cientos de millones de monedas de plata en manos particulares. Llevamos mucho tiempo fundiéndolas, y muchas piezas de El Centenario o 100 pesetas de Franco se han fundido en los últimos años, pero todavía quedan muchísimas y están muy desperdigadas.

      saludos,
      Adolfo

  5. Todo me parece correcto, sin exageraciones, estoy loco por comprar la libra de monedas, pero mi problema es vivo en Colombia por lo tanto el envio me sale costoso, asi que el precio total es un poco exagerado. Que me aconsejan que haga. mil gracias por su atencion. Mi nombre es Reynaldo.

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